domingo, 25 de septiembre de 2011

Hospitalidad


Armoniza lo aprendido en su aula de octavo grado con la elasticidad felina para subir, bajar lomas o acometer cualquiera actividad física sin desdeñar lo intelectual.

También, sin ofender o “creerse cosas” compagina la sabrosa charla del entendido en varias materias con la tradicional hospitalidad del guajiro cubano.

Lo supimos cuando su vocecita agradable y cantarina nos advirtió al indagar a otra persona quién era Ramón García Rosales, un cilantrero insigne de Victorino, en las montañas de Guisa.

-¡Yo voy para esa casa!
-¿Él es tu abuelo?

-No, él nos prestó su casa hasta que arreglemos la nuestra. –y la expresión denota que tiene la gratitud entre sus valores.

El yipi del periódico La Demajagua acomodó a una pasajera más, quien en sus ojazos negros mostraba la seriedad del adulto y la inocencia del niño serrano en una charla matizada de localismos en los escasos tres kilómetros que duró la travesía.

Su andar por las terrazas donde crece el cilantro de Ramón tiene una agilidad ejemplar, allí supimos que tiene dotes de pescadora “aunque se le acabaron los anzuelos”.

Al cruzar la carretera, la casa de vivienda está precedida por una cueva de sombra, en ella o al sol Yaíma Santí cultiva plantas y ya experimenta con alelíes “moñús”, amapolas diferentes o diversas variedades de rosas.

Educada, con un gran respeto por sus mayores, que también son como ella, no sabía qué ofrecer a sus huéspedes si algún durofrío para mitigar los efectos del calor, una flor para Gisel una periodista o enseñarnos como se dan de ese lado los cilantros, como improvisada ´secretaria´ de Ramón.

Todavía con el regusto de una sabrosa crema helada emprendimos el regreso a Guisa sitio histórico y emblemático de la Sierra Maestra, pero los cuatro tripulantes del vehículo teníamos una cualidad nueva que añadir a las ya descritas de aquella personita agradable, risueña y espontánea.

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