domingo, 10 de julio de 2011

Oros ¿viejos?

Esta mañana dominical mientras chapeaba el frente de mi casa oí voces estentóreas que solicitaban “cajas de relojes amarillos” tanto de pulsera como de bolsillo como si fueran algo inservible, los negociantes funcionaban como los ropavejeros, que en edades pretéritas, compraban trapos para distintos fines.

Ni corto ni perezoso fui a las páginas del diario Granma que detalla las 178 actividades por cuenta propia que pueden ejercerse en el país y aunque de antemano sabía la respuesta, por supuesto, la letra impresa me lo confirmó: “comprador de relojes viejos” no aparece en la extensa enumeración.

Porque hay una especie de timo en el pregón, cuando usted habla de relojes amarillos está minimizando el valor dorado del baño de metal: todos los relojes rusos, suizos… poseen una capa que al ser tratada convenientemente puede a su vez impregnar cadenas u otras prendas comercializadas a buen precio, aun cuando a veces tengan dudoso color.
La calidad de los viejos cronómetros es superior, cuando son de bolsillo, por la cantidad y calidad de elemento áureo a argentado contenido en ellos.

Esto me hace recordar a algunos compradores de antaño que conseguían “oro viejo” por solamente unos centavos: cualquier cadenita reventona, el aro roto de un arete, un anillo fracturado…..

El oro nunca es rancio: esos mismos fragmentos, como ahora comprados a precios irrisorios, tras pasar por el crisol y de retirada la escoria salían nuevos y aun con esa merma daban (dan) buenos dividendos, sobre todo como ahora que por lo general, a las joyas de nuevo cuño, solo les enseñan el noble metal.

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