domingo, 17 de julio de 2011

Las chapas de Cora

En la redacción de este periódico, los chicharrones que nadan en los potajes o adornan el congrí, en el más depurado y llano estilo criollo, se denominan chapas.
Sí, chapas: ese objeto utilizado para coronar botellas de cerveza o refrescos.

La historia es corta pero con salsa: en nuestro pequeño comedor servían ajiaco como entrante caliente antes del plato fuerte, (nuestra antigua teletipista es muy aficionada a los chicharrones, ya sean crujientes, acabados de freír, o gomosos, cuando deben ser fondeados en el caldo); justo al lado destapaban cervezas…

Cora vio que el plato a su lado estaba “premiado” y sin pensarlo dos veces lo cambió a su compañera de mesa y despachó el objeto no identificado en rápida cucharada…

Comenzaron los brindis pero todos la veíamos con la boca cerrada y moviendo la lengua hacia ambos carrillos, hasta que algún jaranero la conminó: “¡Abre!”… Ella obedeció: entre embarazada y risueña sacó la ¡chapa!... que, por supuesto, no pudo tragar…

Desde ese día, quienes también somos devotos al grasoso premio del chicharrón, le decimos a la cocinera: “¡Que el mío tenga chapa!”

Recuerdo el día de su jubilación celebrada en el Mirador de Guisa, al pie de la Sierra Maestra… entre los regalos verdaderos y el cariño de sus compañeros le regalamos una piñata surtida de caramelos y preñada de chapas, ella al recordarlo, junto a nosotros, llora de reír tanto y de constatar que siempre la recordamos con cariño.

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