domingo, 31 de julio de 2011

Edificando un sueño

Este domingo amanecí molido después de una semana como ayudante de albañil en mi casa, comenzada hace más de 20 años.

Doy hacia atrás a la máquina del tiempo y me veo cavando para hacer los cimientos, en Bayamo los llamamos tacones, y evoco aquellos huecos inmensos por mi impericia como constructor y que en tiempo de primavera era preciso achicar, como a los botes cuando hacen agua, para seguir ahondando en un terreno cuyo firme siempre estaba en el rango de dos metros de profundidad, pues habito sobre lo que fue una laguna y el relleno es aquí considerable.

Cavando, batiendo concreto (hormigón), cargando inmensos bultos de material, contribuí a la casa de mis viejos y ahora me ocupo de la planta alta, la mía, y los recuerdos llegan.

Década de los años 80, solo me faltaban dos tacones, contiguos por cierto, hice un hueco descomunal… una noche al filo de las 10 el pico golpeó suavemente una vasija de cerámica, el corazón me dio un vuelco ¡una botijuela! …me dije pensando en los enterramientos del tiempo de España y un poco más acá… puse mucho más cuidado para sacarla entera, ya “acariciando” monedas de oro que creí me harían terminar pronto la casa…

Pero el recipiente un poco más alto que mi cabeza, pues yo estaba en el fondo, se deshizo vertiendo un líquido pestilente difícil de arrancar con agua, jabón detergente.. y me duró dos o tres días.

La lección me hizo aplicarme y no pensar más en milagros.

Ayer terminamos de “resanar” las paredes de la sala levantadas hace mucho por mí y cuya falta de verticalidad ahora me pasa la cuenta en esfuerzo, sudor y cemento.
Estoy molido, es cierto y al margen del alto precio de los materiales y de que la cintura no me da para más hoy seguiré batiendo mezcla para dar el fino, la terminación, y seguir edificando un sueño.

No hay comentarios :