Cuatro de la madrugada, por sobre el frío y la neblina de la montaña se eleva un olor agradable que despereza totalmente al barrio e invita al custodio de la vecina sala de Televisión, estragado por tantos buches de café para mantener la vigilia, a saborear un pan caliente.
El aroma sigue brotando de la panadería del Ramón del Portillo, en las lomas de Pilón, y los habitantes del lugar comienzan el estereotipo de sus tareas habituales, que reforzarán con el desayuno.
El establecimiento fue inaugurado en 2006, y desde entonces mantiene calidad estable en sus producciones, por el esforzado trabajo de los operarios, asimismo, el sitio resalta por la limpieza y funcionalidad de máquinas y hombres.
Su estado actual se debe a que la gente del barrio coopera en todo con los trabajadores y vela por limpieza y calidad, tras un reclamo cumplido que desean preservar.
Más de 900 panes diarios, variedad de dulces e incluso cakes son comercializados allí, a módicos precios, también elaboran dulces para la porción del Plan Turquino que abraza en ocho kilómetros a la redonda los barrios de Limoncito, Boniato, Los Albergues y el propio Ramón del Portillo y surte a las unidades gastronómicas enclavadas en este consejo popular.
Los habitantes del Ramón aportan la pintura, carpintería y cuanto sea necesario para el mantenimiento de las condiciones de los equipos, manuales, pues en el barrio solo gozan de los beneficios de la energía eléctrica mediante paneles solares la escuela Manuel Sánchez Silveira y la sala de televisión.
Carlos Rafael Castillo, director de la industria Alimentaria en ese municipio sureño, dice que el pan de los campesinos generalmente eran las viandas en sitios alejados, por eso fomentar panaderías en la montaña tiene tan buena acogida...
Mientras otros lotes de pan aguardan su turno en la estufa y aun otros son acariciados por el calor del horno , los lugareños pueden deleitarse con un producto que para ellos tienen regularidad cotidiana hace un lustro.
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