sábado, 9 de abril de 2011

Alegrito

Cuando el fotorreportero Rafael Martínez habla de Angola, los ojos se le pueblan de imágenes renacidas por sus dotes de narrador que lo hacen un compañero insustituible en los viajes largos.

El fragor del yipi sobre el duro terraplén, o el zumbido ininterrumpido del auto ligero no apagan la voz bronca que relata vivencias que lo hicieron un hombre diferente desde hace casi 30 años.

Así, evoca a un hijo de Luena, capital de Moxico, a esa especie de músico ambulante cuyo talento quizás se haya perdido en los avatares de la guerra o de la miseria que atenazaba a Angola en esa época.

Aquel hombre flaco, esmirriado, vestido con camisas abigarradas abotonadas hasta el puño y pantalones cuya combinación con la prenda anterior harían gritar ¡trepa´o! en Cuba a más de uno, hollaba con la dureza de sus callos el duro asfalto o la tierra polvorienta.

Pero eso no era su rasgo distintivo, sino la manera de ejecutar una diminuta marimba que pulsaba magistralmente con una sola baqueta.

Felo recuerda la frase y se emociona, el hombre se paraba frente a un combatiente o colaborador civil y solicitaba:

-Camarada, canta, o también camarada un jitchmo (camarada, un ritmo)

Y solo bastaba cualquier tarareo para que la marimba en la palma de la mano, tañida con varilla manca, cobrara sonoridades inusitadas y se convirtiera para el vocalista en una especie de orquesta.

Nuestra gente lo apodaba Alegrito, porque aparecía solicitando un pão (pan) que era complementado con una lata de carne o una caja de cigarros y él siempre regalaba melodías a granel, primero de su tierra y después de una cubanía sorprendente, siempre sonriente, siempre optimista.

A veces, en Luena donde la gente hacía botellas a los aviones (autostop para viajar, claro desde tierra), o leía cartas que los animaban o entristecían en un jardincito cercano a los predios, el hombre se aparecía por detrás y acariciando sus cintas de metal tocaba las notas de nuestro Himno nacional, derrotando al gorrión, como llamamos a la nostalgia los cubanos.

-Coño, Alegrito me sacaste la veta, decía uno, sofrenando una lágrima.
-Compay, -decía otro sonriendo, tú eres inigualable.

De esa interrelación nació una amistad grande, Alegrito llamando a los cubanos por Nagüe, Asere o Consorte y estos, a su vez desfigurando el portugués aunque algunos llegaran a dominarlo bien.

Hoy Alegrito resurge de la evocación y aunque sencillo, este ejecutante callejero tiene su aporte en las páginas de amistad entre cubanos y angoleños.

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