lunes, 3 de enero de 2011

Reinando sobre claves y maracas




El hombre tiene un carisma notable: durante su ágil andar por los entrañables barrios costeros, todos lo interpelan con el respeto reservado a los grandes.

El nombre Antonio Chámez Llobayol, quizás altisonante, poco diría en un escenario callejero, una tarima carnavalesca o las tablas de un teatro, por eso sus coterráneos en Media Luna, prefieren decirle: “Vaya bien, rey de las maracas, “¡Qué dice nuestro sonero mayor!” o simplemente lo llaman como si fuera reencarnación de esa gloria criolla: “Adiós, Ñico Saquito”, “nuestro Ñico Saquito”, aclarará alguien de inmediato.

Este mulato jacarandoso, en sus años mozos fue fundador de una orquesta típica, desde entonces para él pararse ante el público lo anima como una bebida espirituosa, aunque solo se conceda como estimulante café puro o mezclado.
Considera que el músico debe nacer con esa sangre y pimienta, “yo soy muy carismático, la sangre me saca de quicio; el público me agiganta… sin un trago me muevo, brinco salto…

-¿Guarapo pimienta y sal, como dice la canción?
-¡Esa combinación se me puede aplicar perfectamente!, ríe.

Actualmente jubilado de Cultura, su ánimo no decae y realiza una labor de promoción cultural en los barrios con el propósito de mantener las tradiciones, entre ellas la esa güira rellena con semillas o aquellos dos palos de durísimos que imprimen tanta sonoridad y ricura a las piezas bailables.

“He alternado con músicos de muchas orquestas de Cuba quienes me invitan para verme gozar con maracas y claves, a ellas hay que conocerlas bien: no son instrumentos menores como muchos piensan… para tocarlas hay que saber: eso no se compra en la botica, llevan mucho ensayo y ejecución y eso lo sé bien porque comencé desde los 10 años con la tumbadora formando tríos, cuartetos, quintetos… después la historia es sabida.

Conocí a Ñico un 18 de diciembre en la Sierra Maestra después que haciendo derroche de energía musical interpretara junto a jóvenes músicos su Son a Cinco Palmas, en el mismo sitio del reencuentro de Fidel y Raúl en 1956.
Si usted pregunta hoy mismo por Ñico en Media Luna le dirán que está con su taller de maracas
-¿En su taller? ¿Las fabrica?
-¡No “con” su taller: una especie de orquesta de maraqueros formada por niños de primaria que amenizan cualquier actividad!

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