lunes, 20 de diciembre de 2010

Melchor Arbella

Volví a verlo hace cosa de un mes en un lugar conocido por el Almirante muy cerca de Bayamo, pero hacía más de 30 años que no sabía de él, al principio no me reconoció pues ya frisa los 80 inviernos.

Recuerdo que en mis inicios como profesor en la escuela Luis Ramírez López, yo impartía Español e inexplicablemente me pusieron a enseñarlo en octavo grado pero Arbella, con su pomposo nombre de Rey Mago siguió haciéndolo con séptimo en el cual era un verdadero especialista.

Su cara, presidida por una enorme nariz me pareció tener reminiscencias orientales, específicamente árabes por su perfil tan peculiar; unos amplios pantalones verde olivo con enormes bolsillos donde podía encontrarse casi de todo me dieron esa primera visión a veces decisiva de nuestros semejantes.

El carácter bonachón con un aire sumamente distraído, que a veces provocaba burlas entre sus alumnos, completaban acaso el retrato aunque nos deparaba algunas sorpresas.

Había sido maestro popular, pero ya había rebasad oel empirismo mucho antes que un grupo de profesores de reciente estreno que comenzamos la carrera pedagógica básica y también la preparación metodológica los viernes compartíidos con los más avezados entre ellos Arbella, pero por su manera distraída a ratos ausente, al preguntarle algo contestaba con un ¿¿¡¡ Eh¡¡¡ totalmente alejado de la realidad.

Por eso la irreverencia de algunos maestros jóvenes comenzó a juzgar mal a nuestro compañero y cuando alguien manifestaba ignorancia en algún asunto o lo pillaban desprevenido la frase invariable era ¿Estás perdí´o Arbella?, en incluso el verbo arbellarse pasó a ser parte de nuestro vocabulario, pero aunque esto era a sus espaldas él siguió siendo siempre un dechado de gentileza y bondad.

La vida y el propio Arbella nos darían una lección como para no olvidar: comenzamos juntos en la Universidad de Holguín, aunque él había terminado antes la carrera básica y decidimos que los bayameses descolláramos entre los estudiantes excelentes de Holguín, Las Tunas y nuestra provincia de Granma, en efecto proliferaban las notas máximas, pero siempre y no por ser el primero en la lista era felicitado Arbella Zaldívar, eso nos hizo respetarlo y quererlo más pues nos enseñó que ser modesto y distraído no está reñido con el talento.

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