Una mirada al acontecer cubano desde Bayamo, la villa cuyos hijos prefirieron convertirla en antorcha antes de verla esclava
lunes, 20 de diciembre de 2010
Mis primeros alumnos (II)
Los quince de Rosi
Navegando en Facebook encontré una foto evocadora: los 15 de Rosi Álvarez, ¡cuantos ciclones e inviernos han pasado desde entonces!
Fue en 1970, recién me estrenaba como profesor, con solo un lustro de adelanto con respecto a mis alumnos y aún otros me aventajaban en edad, asistía a las aulas con unos jeans desgastados que mi madre se empeñaba en lavar casi a diario “para que por lo menos, con los zapatos brillantes y muy bien planchado causes buena impresión adonde vayas”...
Los muchachas habían escogido las mejores telas ese año pues antes o después de los de Rosi serían los de Ileana, María Cristina, María Eugenia, Rosario, Clara María... los varones mandaron a la tintorería los trajecitos de ocasión, todos muy elegantes, yo no pude hacerlo porque el último estirón de la juventud convirtió en saltacharcos pantalones y saco.
Mi madre consiguió un corte de crash de hilo color crema y con una elegante camisa me vi cabalero armado en reluciente armadura.
En ese tiempo realizaban trabajos de mejoramiento vial y para las comunicaciones en la calle 26 de Julio: una honda trinchera fangosa dividía en dos esa ruta, por eso constructores y lvecinos improvisaron puentes con “sólidos” tablones.
Al pararme frente a la casa los muchachos se apiñaron en la puerta ¡Llegó el único profe que faltaba!
Pero el puente colgante se quebró a la misma mitad, milagrosamente nadie se rió: ayudaron al maestro a salir, pero sus zapatos y pantalón de estreno estaban arruinados.
-¡Profe, lo esperamos!
-¡Sí, - exclamé con mueca que quiso ser sonrisa, porque no podía confirmar que aquel era el “ veintiunico” pantalón de salir.
Así no pude asistir a esta ni a otras celebraciones de mis primeros alumnos.
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