miércoles, 7 de julio de 2010

Gratitud


Isabel de la Concepción, Conchi; la segunda de mis hijas, se graduará el próximo 19 de julio como ingeniera, egresada de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), de Ciudad de La Habana.
Esto se dice en poco más de 20 palabras, pero entraña un largo trecho de cinco años de separación, ausencia, desvelos y alegrías parciales, hasta llegar a esta inmensa y total.
Aunque ya tenía una hija graduada universitaria, Ariadna, volví a experimentar un gran gozo al ver defender a Conchi su tesis, conjuntamente con su camarada, la camagüeyana Denia Madruga.
Un trabajo de diploma que, según los entendidos, quienes la elogiaron profusamente, hizo aportes reales. Conchi y Denia conmovieron al auditorio, tanto desde sus aptitudes como en los agradecimientos, en los que no faltó la gratitud a la Revolución, “sin la cual no hubieran podido realizar este hermoso sueño”, según sus palabras y de las otros tantos tesistas a lo largo de la historia universitaria a partir de la década de los años 60.
En el caso de Conchi, eso es casi una verdad de Perogrullo: procedente por línea paterna de una familia muy humilde, su abuelo Rey, (Yoyo para ella), era tabaquero y ese hubiera sido el oficio heredado por quien redacta estas líneas, de no haber existido Revolución en Cuba; en cambio, yo también pude estudiar y hacerme profesional como el resto de la gente joven y menos joven de la familia.
Y no es que mis hijas tuvieran que ser universitarias porque sí, como desafortunadamente muchos piensan que debiera ser: a mi prole (incluyo a la más pequeña, Carmen Luisa, quien terminó ahora el primer año de Estomatología), siempre les inculqué que ser universitario no era el pináculo del éxito, sino que el secreto radicaba en realizar una actividad que de veras disfrutasen para sentirse realizadas laboral y socialmente, que es una de las formas de ser feliz.
Muchos padres cuyos hijos estudiaron en la UCI, comparten este criterio; muchísimos han tenido oportunidad de visitar esa gigantesca instalación con aires de ciudad, enclavada en el municipio Boyeros, entre La Lisa y San Antonio, en la capital cubana, donde se han graduado ya miles de ingenieros que prestan servicios dentro y fuera de nuestra querida Isla de Cuba.
A pesar de tener varios años de fundada como Universidad de Ciencias Informáticas, la institución no deja de sorprender al neófito o al conocedor porque su belleza arquitectónica y paisajística enamoran, sobre todo a quienes como yo asisten a un evento de tanta importancia familiar y social como el reseñado.

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