miércoles, 19 de mayo de 2010

Martí, espíritu tutelar de la familia cubana

Mis padres me enseñaron a amar a José Martí desde que tuve uso de razón, era la década de los años 50 del pasado siglo; después, consolidaría en la escuela, la vida estudiantil y laboral ese respeto y admiración por el Apóstol de la independencia cubana.
Lo mismo hice yo con mis hijas desde que los años les alcanzaron para ir abriendo los ojos a la historia y la literatura; aún recuerdo la expresión y explicación de Conchita, una de mis tres muchachas por preferir a La Edad de Oro como su libro de cabecera: ¡Es el libro más lindo de mi vida!
Y me complacía mucho que esas lecturas que todavía debíamos leerle sus mayores, avivaran la imaginación y la creatividad en esa niña (despertaba feliz contando sueños de magia, gigantes, niñas desobedientes y después enmendadas…) como antes lo habían hecho con Ariadna, la mayor y después con Carmen Luisa, la “zurrapa”, como decimos en Cuba al más pequeño de los hijos.
Pasaron los años… llegaron los nietos y como las buenas enseñanzas perduran y trascienden Adriana y Manuel Antonio desde los primeros balbuceos y palabras identificaban al Maestro en fotos de cualquier publicación o la televisión y ya desde el Prescolar conocían su biografía con los hechos más relevantes.
Todos ellos, mis descendientes ejemplifican con frases, ejemplos, valores o hechos relativos a Martí muchas circunstancias de la vida cotidiana; cada uno de manera acorde con su lenguaje y edad, lo hace con corrección.
Es que José Martí, además de prócer independentista, visionario y de ser el Héroe Nacional cubano es una suerte de espíritu tutelar de la familia cubana que la guía y orienta, que prepara a niños y jóvenes para enfrentar la vida cuando sean adultos.
El propio Martí, lo explica así: “… lo que ha de hacer el poeta de ahora es aconsejar a los hombres que se quieran bien, y pintar todo lo hermoso del mundo de manera que se vea en los versos como si estuviera pintado con colores, y castigar con la poesía, como un látigo, a los que quieran quitar a los hombres su libertad, o roben con leyes pícaras el dinero de los pueblos, o quieran que los hombres de sus país les obedezcan como ovejas y les laman la mano como perros (…) Es necesario que los niños no vean, no toquen, no piensen en nada que no sepan explicar para eso se publica la Edad de Oro. Y para todo lo que quieran preguntar, aquí está el amigo…”

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