jueves, 29 de abril de 2010

Una casa que destila autenticidad


De la casa de la trova de Manzanillo emana costumbrismo, autenticidad, remembranza y actualidad de las noches bohemias, ella protagoniza y acoge una tutela para este arte musical que no decae.
En unos y otros valores asienta su singularidad la casa que nunca se llamó Carlos Puebla aunque sí recibe ese denominativo el patio colonial, testigo de tantas descargas y donde Carlos ya convertido en embajador de la música tradicional en todo el orbe dejó también su huella.El nombre real es Jaime Benemelis.
Dentro del recinto mantienen espacios fijos: Jueves de la descarga, Viernes de evocación, Domingo de la trova, Domingo en casa, Noche de danzón y trova, Rescatando valores y tradiciones; pero también los juglares se van a las comunidades, aunque algunos queden como eventuales anfitriones.
“La trova no se impone es una cuestión de gustos y demandas cuando vamos a una comunidad le llegamos a personas que por razones de salud u otros motivos no pueden venir hasta aquí”, dice José Ángel López, director de la institución.
Una suerte de convocatoria es Te canto una canción por… dedicada a un acontecimiento específico, pero allí tampoco olvidan días muy señalados como el de las madres, los padres, enamorados, de la mujer… y en ello caben también las serenatas a personalidades destacadas de todos los sectores, los cantores visitan centros sociales, de la salud, económicos, históricos… porque la trova no solo se enmarca entre cuatro paredes.
José Ángel narra: “Desde 1928, años más, años menos, en la Ciudad del Golfo de Guacanayabo se hacía este género musical: había peñas en los cuatro puntos cardinales: Cayo Confite, Alturas de Maceo, Cerca del Charangón y otra en Vallespín (Barrio de Oro).
“A alguien se le ocurrió unir las peñas y a los juglares se les dio un pequeño espacio muy cerca del Parque Céspedes (parte del actual inmueble, “ahora remozado con tecnología de punta, que cuenta con varios salones, entre ellos uno “que no nos gusta llamar de protocolo, en el cual los cantores pueden recibir una visita o dar una entrevista”, enumera José.
“Este inmueble no es solo para los trovadores de Manzanillo sino de Granma y de Cuba en general, pues muchas casas similares son todo menos eso y no poseen ese espacio que los trovadores requieren para aglutinarse, quizás debido a ello, tenemos relaciones con compañeros de todas las provincias del país”, enfatiza.
Contradictoriamente esta arraigada manifestación de la música no posee un programa radial que multiplicaría la difusión de este arte.
El único pago recibido por la espontaneidad de estos artistas es el aplauso, agradecimiento y aceptación por parte de su público “por eso la trova no muere”, asevera José Ángel.
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Un hombre a todas luces, campesino, con una guitarra remendada en bandolera, queda embelesado ante una de las ventanas del patio colonial con las interpretaciones del dúo septuagenario de Eugenio Reyes… siente que esa casa también le pertenece.

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