domingo, 28 de febrero de 2010

Innovador de tierra adentro


Con inteligencia y creatividad prodigiosas este campesino de Campechuela deviene uno de los mejores en la aplicación de la ciencia y la técnica en Granma.

Antonio Rubio sobresale en la fabricación y adaptación de aperos de labranza: arados, guarderas, picadoras y otros para diversas faenas en el surco.

Obtuvo calificación relevante en la fase provincial del decimoctavo Fórum de Ciencia y Técnica con una surcadora de cebolla “era un compromiso , presenté también subsoladoras, multiarado, fertilizadora… fueron mis ideas puestas en práctica durante el período especial y mejoradas ahora”.

Gusta de perfeccionar lo hecho: “Al surcador de cebolla le quito una aletica y va tirando cuatro surquitos arriba del cantero”.

Así, con la misma sencillez con que forjó tantos equipos, habla de ellos sin darles importancia aparente pues el móvil estaba encaminado al ahorro de dinero, combustible y tiempo.

- “Entonces trabajaba en El Manguito –rememora- una fertilizadora halada por tractor echaba dos o tres vueltas y ‘¡p´al taller’ y ahí mismo se me ocurrió la idea de abonar con bueyes y la ‘tiré’ a la práctica. Cuando la probaron, el jefe de lote reconoció la mayor productividad, pues no necesitaba combustible ni lubricantes era ‘¡venga y venga!’, expresa con su particular forma de expresión.

“Hice otra para un sobrino mío: fertilizamos siete caballerías en esa zafra. Yo trabajaba en la Unidad básica de producción cooperativa de El Puntico y allí la inventé, del central Enidio Díaz me solicitaron cinco, construí dos y después otra… ellos las utilizaban bastante, después terminé dos multiarados.

“Cuando hago un equipo lo pruebo en el campo, si algo queda mal vengo a la fragua y lo rectifico, es como si estuviera en garantía y me responsabilizo.

“En una ocasión compraron cinco arados de fábrica, tenían problemas, cuando solicitaron arreglos me sentía avergonzado porque no tengo estudios técnicos, diploma, ni nada, pero lo hice”.

-Tiré caña con tracción animal durante 10 años y también leña para los comedores, me sentía muy útil, sobre todo con la innovación que aún sigo ejercitando a pesar de mis 65 años.

El taller de Antonio merece referencia aparte: en medio del amplio patio, sin techo ni paredes, la fragua preside al resto de los aparatos, operados de forma manual en su totalidad.

“La hice yo mismo, a partir de un ventilador de descascaradora de arroz, el carbón de piedra me lo facilita el central azucarero Enidio Díaz; como no hay corriente eléctrica, para moverla uso una biela de bicicleta, cuando estamos solos, Berta, mi esposa, es quien me ayuda; en un segundo eje, movido como el primero, tengo acoplada una piedra de esmeril para el acabado”.

El taladro sumiso al pulso de Rubio, permite barrenar hierro, acero-níquel, bronce y otros metales que tiempla, destiempla, forja y abrillanta con amor paternal para que surjan desde fuertes implementos agrícolas o yugos ajustables para que los bueyes no “lastimen” los cultivos, hasta delicadas hebillas.

Lleva con garbo un sombrero de fieltro cardenal, otra de sus creaciones: “Este lo estoy conformando, he confeccionado varios, también monturas, espuelas, bocados para frenos… yo casi hago de todo… “.

Y es cierto: una guitarra multicolor vibra entre su dedos, tiene otra casi terminada, “mi afición a la música viene por mi mamá que tocaba muy bien la filarmónica, (su ejecución del instrumento es también virtuosa);como es muy aficionado a la música norteña mexicana lo justifica así: “porque son como canciones campesinas” y los ojos se llenan de ayer cuando cabalgaba en corcel nuevecito y estrenaba su voz de tenor y lucido rasgado de cuerdas, siempre pensando en hacer más bella y útil la vida.

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