lunes, 4 de enero de 2010

Evocan los bayameses a un Guajiro natural



El paso de Antonio Borrego, oriundo de la más occidental provincia cubana: Pinar del Río y mejor conocido como Polo Montañez, aunque fugaz fue muy intenso por el firmamento musical cubano e internacional.

Igualmente fue breve la estancia de ese singular cultor de las melodías de tierra adentro por la geografía granmense; aun así pudo, y supo, cautivar al público de llanos y serranías.

Por eso, y por su merecido lugar en la buena música, los bayameses decidieron eternizar a Polo Montañez de una forma singular en un lugar donde siempre reine la alegría: en un complejo recreativo-cultural homónimo del título de una de las más gustadas creaciones de ese autor: Guajiro Natural, llena de alusiones autobiográficas.

“Guajiro Natural” está considerada como la mayor instalación gastronómica de Bayamo, capital de la oriental provincia de Granma, aun sin demeritar a sus homólogas Bayam y Los Caneyes.

Es un bello establecimiento de ladrillos refractarios y cubierta de tejas lo cual le confiere un hálito de criollez que hubiera encantado a Polo, y combinando modernidad con autoctonía ofrece servicios de helados y dulces, hamburguesera, cremería de helados especiales, restaurantes de comida italiana y criolla y también un café literario con gustados títulos y la asesoría de especialistas del Centro provincial del Libro.

Pero el espacio que mejor encierra la cercanía a Polo es el espacioso cabaret, con un sólido escenario, separado del público por una suerte de riachuelo con un puente rememorativo de los de la campiña.

Valieron la pena las intensas acciones constructivas ejecutadas desde 2008 y los cerca de un millón de pesos y 200 mil pesos convertibles invertidos… la calidad es el mejor monumento a quien deseaba regalar a su amada “un montón de estrellas” y las cedió a su pueblo.

Mediada la tarde bailarines, musicalizadores, escenográfos… dan los toques finales al ensayo del día: desean que su propuesta esté a tono con un recinto, o varios, que hacen sentir la presencia que le da nombre.

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