lunes, 21 de diciembre de 2009

Usanza olvidada

La vida moderna ha echado por tierra una tradición de Bayamo, la ciudad capital de la provincia de Granma: el pasear, sobre todo en domingos y días festivos por la plaza principal, la que Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de patria cubana bautizara como Plaza de la Revolución, cuando tomara la ciudad a mediados del siglo XIX.

No entraré en disquisiciones idiomáticas o históricas, pero por lo general los bayameses llamamos parque a esa plaza y “pasear por el parque” era todo un acontecimiento.

Desde la república neocolonial, pobres y opulentos daban su “vueltecita”, unos para pavonearse, otros para lucir su trajecito dominguero y los más para distraerse pues era un modo económico d ehacerlo, por lo general costaba solo el helado, refresco, o la entrada a los cines que escoltaban las tardes y noches de los bayameses pues escuchar la retreta de la Banda municipal de conciertos (jueves y domingos) era absolutamente gratis, todavía lo es.

Pero lo más significativo: muchos romances frágiles o indestructibles, rápidos o para toda la vida se tejieron a su vera: las muchachas paseaban por el lado exterior –sobre el hermoso pavimento de granito- y los hombres lo hacíamos por la interior siempre dándoles el frente a las damas y componiendo el piropo más ingenioso y respetuoso, los tímidos se contentaban con un ademán de cabeza.

Los afortunados que lograban acompañar ya fuera a una amiga, novia o esposa se cruzaban para el área de ellas y se veían muy felices, por eso miraban con cierta superioridad –o lo pensaban – a quienes no habían encontrado compañera.

El 31 de diciembre quemaban al Judas que representaba el viejo año y por allí apenas podía darse un paso, más de una persona recibió alguna chispita resultante de un cohete volador o de los fuegos artificiales, el 12 de enero cuando se revivía la quema de Bayamo de 1869, exacerbaba el fervor patriótico –esto se conmemora aún hoy en día.

Pero hablaba de modernidad y tradiciones, esta de pasear por el parque, conquistar o irse chasqueado, sentarse a coger el fresco o simplemente dar una vueltecita por el parque se fue apagando ante la avalancha de televisores llegados al país en los años 70 del pasado siglo o aun antes, después las videocaseteras y más tarde las reproductoras de discos compactos le dieron el tiro de gracia a la costumbre.

Pero, también los más jóvenes, sobre todo alumnos de preuniversitario estudian en centros internos y cuando vienen los fines de semana no les alcanza el tiempo si tienen una prueba a media semana o una fiestecita en casa de amigos.

Los que como doblamos la esquina de la sexta década de vida, añoramos con fuerza esa usanza que a lo mejor nuestros hijos encuentran anticuada pero que dio vida a muchos enlaces perdurables entre bayamesas y bayameses.

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