jueves, 6 de agosto de 2009

Juana soba con buena mano



Los arraigos en distintas creencias y tradiciones persisten aún en muchos sitios cubanos, pues a pesar de los avances de la ciencia y la técnica las raíces de nuestros ancestros perduran.

Dicen que en Cuba quien no tiene de congo tiene de carabalí, y eso para muchos es una verdad de Perogrullo. En uno de los recorridos de un equipo de La Demajagua Digital por las montañas de Bartolomé Masó, específicamente en Las Mercedes, encontramos a una sexagenaria que reúne fe, espiritualidad, buena mano, solidaridad y ayuda para los demás en sus dolencias.

Juana Pérez Tamayo soba a todos los que llegan “atiborrados de comida” hasta su casita. Desde los siete años tiene buenas manos para esos asuntos, y cuentan le quita los empachos al más enfermo.

“Después de sobar bautizo el agua que beberán las personas, pueden venir con fiebre muy alta, moribundos, cargados, pero de aquí se van buenos y sanos”, confiesa.

Esta peculiar manera de aplacar el malestar se achaca en estos tiempos de postmodernidad a la digitopuntura, la coincidencia de puntos relacionados con el estómago, y otras variantes y Juana lo sabe, pero emplea su propio método.

“Primero hago una cruz por toda la barriga al paciente aunque masajeo por las piernas. No se las ´arranco´, porque hay muchos por ahí que dejan un dolor tremendo y casi ´matan´ a la gente.

“En vez de pasar la mano hacia abajo lo hago para arriba, en las dos piernas, así fue como me enseñaron a mí, las bolas que tengan desaparecen, las personas salen de aquí pidiendo comida y a los padres de los niños chiquitos les digo: ´Denle un poco de pan…”contó Juana.

“El día completo hay visitantes aquí”, nos dice uno de sus hijos.

Esta mujer, madre de cinco hijos, no come nada antes de atender a un enfermo. Si ha ingerido algo espera unos cuantos minutos

“Al más chiquito de mis hijos, Miguel, yo misma le corté el ombligo cuando parí, lo bañé y le di el pecho. Había un médico y muy bueno pero esa noche llovía mucho el río creció y no podíamos salir de la casa… pero bueno ¡yo soy del tiempo de antes!”

Confluyen en los habitantes de esta casa, deseos de ayudar, ligado con una fe en santos que llega a los cubanos por los procesos atravesados en periodos anteriores. Negros, indígenas, españoles nos dejaron ese sabor que nos hace ahora autóctonos y únicos.

En las ciudades, ´consultarse por la madrugá´, como reza cierta canción no es una costumbre aislada.

Tampoco en el campo cuyos habitantes despertaron hace décadas a la vida moderna con electricidad, transporte, servicios médicos de atención primaria o especializados, en comunidades que muchas veces no se diferencian de la vida urbana, allí tampoco es necesario que haya luna para invocar a las orishas y buscar un poco de la medicina tradicional que no está reñida con la académica.


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