Una joven menuda, pero potencialmente peligrosa, se pasea por salones y corredores del Congreso de los Estados Unidos, su nombre es Lauren Boebert y ¡caray! se confiesa adoradora de las armas de fuego.
El brinco al salón de la fama (perdón este redactor quiso decir a la escena
política estadounidense) ocurre por dos razones fundamentales: la bravuconería
de Lauren y despertar la admiración de
su ídolo, el ex presidente Donald Trump.
Salvando cualquier distancia Boebert, al mejor estilo de Hollywood, nos hace evocar a Ellen (Sharon Stone) cuando desafía a Herod (Gene Hackman) en el filme Rápida y mortal.
Abundamos: en una interrupción ya viral al otrora representante demócrata de Colorado,
la dama Boebert brotó de entre la multitud en un mitin
convocado por el entonces candidato
presidencial Beto O’Rourke de Texas y agarró el micrófono para gritar:
"¡Diablos, no!” como respuesta al compromiso de O'Rourke de eliminar las
armas de asalto.
Según reflejan The
Spot y otros medios de prensa de
Colorado: “Ese grito de una mujer armada, descarada, de cinco pies de estatura
con tacones altos brillantes, jeans ajustados y una pistola Glock enfundada,
llamaría la atención de los republicanos más conservadores y electrizaría a la
extrema derecha. Ayudaría a lanzar una candidata política novata".
Pero aseguran expertos y, parece ser la verdad, detrás
del meteórico ascenso de Boebert, antes de que se hiciera conocida por ser
dueña de Shooters Grill, y ser famosa,
hay un pasado que ni ella ni los funcionarios de su campaña están dispuestas a
discutir. Es una historia que incluye enfrentamientos con la ley, un desalojo y
una empresa gastronómica fallida.
Admiradores y detractores plantean que sus discursos
políticos representan un torrente indetenible de insultos rápidos dirigidos a cualquiera que no comparta sus
puntos de vista ultraconservadores. “Mira pa´eso”, diría un guajiro conocido.
La “malcriadez” la ganó con una leyenda lastimera cuidadosamente
argumentada: ser una niña de la
asistencia social, cristiana ardiente y mujer
de negocios exitosa; sí, es esa misma
que usa un arma para protegerse, la “patriota” feroz que se ve a sí misma, como su
propio ídolo presidencial, como una
disruptora (quien provoca una ruptura
brusca) y en eso tiene razón.
Como colofón parcial a esta historia añadiremos que Lauren apoyó el asalto al Congreso por
seguidores de Donald Trump, pero…
Minutos antes de que la muchedumbre invadiese el
Capitolio, Boebert se estrenaba en la
tribuna del Congreso. Había sido la elegida para defender la anulación la victoria de Joe Biden en el
Estado de Arizona. Acto fallido pues sus alocados partidarios se adelantaron y le
robaron el protagonismo.
Ella también simpatiza con QAnon, ese grupo radical
que ve fantasmas conspirativos en cada esquina; y miren qué cosa
extraordinaria: Lauren pretende que los legisladores acudan armados a las sesiones
¿Será ella una gatillo alegre y pretende que las sesiones se conviertan en
batallas campales?
Parece que la dueña de Shooters grill (parrillada de
los tiradores en el pueblo llamado Rifle) cuyos dependientes sirven armados, olvida
el rastro de viudez, orfandad y dolor
motivadas porque los norteamericanos disparan sus armas 650 mil veces al año en
acciones defensivas ¿y en las ofensivas?
Y también la extensa lista de legisladores ultimados
en los últimos dos siglos por otros
parlamentarios o personas ajenas.
Ya la respuesta a la posición del presidente Biden para
controlar las armas es un hecho: su venta se dispara a niveles insospechados
hace poco y sus compradores tienen en Boebert un puntal.
A propósito, analistas del bando republicano ven a
Boebert en la vicepresidencia en el próximo cuatrienio y en ocho años aspirando
a la primera magistratura del país norteño ¿moldean una nueva Trump?
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Lauren, al centro |
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Lauren encabeza la fila de pistoleras Fotos The Journal |
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