domingo, 8 de marzo de 2020

El hasta luego para Juan con todo


Puchichi, Armando Yero y el autor de estas líneas, de izquierda a derecha
El miércoles último, un apretado círculo familiar, periodístico y vecinal, manifestó el imprescindible y último  ¡Hasta luego!  a un viejo camarada que sucumbió a  cruel enfermedad, después de haber salido victorioso o herido, pero no derrotado,  en otras muchas.
Me tocaron las palabras de despedida  a Juan Rodríguez Licea, nuestro entrañable Puchichi,  era un compromiso contraído el 20 de julio de 1991, cuando en trágico accidente fallecieron ocho compañeros de diversas dependencias del Partido  y  la prensa, especialmente nuestros Dania  Casalí y David Chacón.

Ese día sellamos un pacto, si yo moría primero, el Pucho me dedicaría una caricatura grande, a tamaño natural; si él se iba primero yo honraría aquel compromiso y creo que cumplí.
No soy muy avezado en esas lides y no hice el acostumbrado panegírico que se usa en esos casos  por eso decidí evocar a Juan desde la emoción, el afecto, la amistad.
Sugerí que no lo recordáramos con tristeza, sino pensando en todo lo alegre y bromista  porque cuando se hable de él lloverán las anécdotas del bromista impenitente, pero también de la persona capaz de brindar ayuda a quien lo necesite: ya atenazado por el  Parkinson iba a visitar a los enfermos del mismo mal o cuando alguien moría no vacilaba en escaparse en un bici taxi para consolar a los dolientes.
Signifiqué el legado de amor a su esposa,  a los tres Juanes de sus hijos: Juan Roudy, Juan Alejando y Juan Alberto, a su hermana Migdalia y sus sobrinos, a sus nietos y a una multitud de tíos y también, claro, a los amigos de la infancia
Personifique  a Juan con todo, que así se llama su página persona y  viene a ser una reafirmación del pensamiento martiano Honrar honra.
Desde allí Juan ofreció muchísimos aspectos poco conocidos acerca de la historia de la caricatura y mostró  trabajos y caracteres de relevantes cultores del género, de Granma , Cuba y acaso del mundo, sin abandonar ese optimismo que ha ido puliendo en los más duros trances.
Sí, porque el creador de Juan con todo es ese hombre ejemplar que con el pincel, el tipógrafo o el ordenador, ha defendido y sigue defendiendo los postulados revolucionarios.
Dos infartos y enfermedades diversas, separaron materialmente a Juan Rodríguez Licea del periódico La Demajagua, pero no pudieron menguar su voluntad creativa.
el Pucho ha dedicado su obra por entero al diseño gráfico, la caricatura general y política, piezas de su arsenal de periodista patriota.
Premios nacionales y locales en humor general, joven y costumbrista, expositor en el evento internacional de Pirasicaba y recorrido de sus piezas por sedes universitarias de Santa Catarina en Brasil, incursiones en otros eventos gráficos y de caricatura de Turquía, Italia, y Francia, hablan de su extenso currículum.
Hablé de sus colaboraciones en ese primer país mediante  el personaje Nasreddin Hodja, un cuentero, un juglar que a lomos de su burro,  (al cual montaba  al revés)divertía y enseñaba a los campesinos y eso mismo era el Pucho, un trovador de la caricatura.
Todos esos esos géneros también tuvieron  cabida en Juan con todo, al igual que apuntes de su obra expuesta en 100 planas de periódicos ilustradas con caricaturas, exhibidas en el museo del Humor de San Antonio de los Baños que recogen la etapa más elevada de su vida como diseñador de prensa entre 1985 y 1990.
Estas palabras que lo autodefinen, también caracterizaron  su blog:
“Soy carismático, con una especie de imán que aprovecho para caricaturizar los males de nuestra sociedad, perfectible, y a los enemigos de siempre; el reto es no anquilosarme porque quien crea no envejece y la creación tienen un campo infinito”.
Parafraseando a Pablo de la Torriente Brau : “Quien quiera conocer un humor gráfico distinto que vaya de lo criollo a lo universal, a Juan con todo.
Después de quedarme corto al enumerar sus cualidades y tras agradecer  ala audiencia pronuncié un Hasta luego, pero me traicionó el miedo escénico y olvidé dedicárselo al Pucho. ¡Ahí va...!


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