Muy
contundente y oportuna resulta la serie de reportajes que la televisión cubana puso
a consideración de la teleaudiencia durante la semana que recién concluye acerca
de un tema polémico y, por tanto, candente: la migración interna en Cuba.
En
la revista Buenos Días del
canal Cubavisión fueron recogidas,
mayoritariamente, opiniones de personas que habitan en la capital quienes
se referían fundamentalmente a cómo veían ellas la solución para que las del
interior se mantuvieran acá: que los salarios fueran más altos en la
agricultura o en otros trabajos, que se crearan más condiciones en el interior,
que surgieran más oportunidades fuera de la Habana…
Una
verdad resulta innegable: desde el triunfo de Enero de 1959, el Gobierno
revolucionario apostó por borrar o
atenuar los límites de las amplias
diferencias entre la ciudad y el campo; tarea colosal, casi imposible.
Recordemos que siempre las cabeceras provinciales y las capitales de
todos los países del mundo concentran la mayor cantidad de atractivos para la
vida ciudadana.
Pero
hay muchas otras razones para que muchos guajiros deseen vivir en la capital,
entre ellas la mayor diversidad de empleos para personas formadas acá o allá y
con posibilidades limitadas en sus
lugares de origen.
También
que a los capitalinos la canasta básica
les representa un poco más que al resto de los cubanos, por su condición metropolitana y por la lejanía de
los centros agrícolas y pecuarios. Recuerdo que a principios de los años ´70,
dos familias numerosas de mi barrio se mudaron completas para la capital “porque
allá la cuota es un poco mayor”
Además
el acceso a toda la gama cultural, propuesta y ofrecida en este caso por La Habana con sus múltiples teatros, salas
cinematográficas y presentaciones en
vivo de prestigiosos artistas… por solo citar estos ejemplos, en la hoy bien
llamada “capital de todos los cubanos”. Y en eso me quiero detener.
Hace
unos pocos años la orquesta Van Van, a la cual sigo admirando aun sin
Formel, sacó al éter una composición
titulada Que La Habana no aguanta
más; que en tono humorístico aludió a la
migración hacia la capital, pero que levantó no pocas ronchas.
Poco después, el sonero Cándido Fabré, acompañado por la Original de Manzanilllo –otro tren de la
música cubana- replicó con un número denominado Soy cubano, yo soy de Oriente,
en el cual demostraba los
valores de la gente y los enclaves de “por
acá” y, casi enseguida se acabó la polémica, aun cuando la primera de las composiciones
soneras (la vanvanera) se escuchó más, la segunda casi exclusivamente en la red
de radio del este, del oriente de este Verde Caimán.
También
desde los medios audiovisuales de aquí es abordado el problema, y múltiples
entrevistas en los barrios de “quita y pon” demuestran que los recién o hace
tiempo llegados no tienen acceso al trabajo legal por carecer de dirección en
esa urbe, pero aplican sus esfuerzos a
tareas informales, aun cuando tienen acceso a la membresía de las
organizaciones masas y sus hijos sí puede asistir a las escuelas, pues en Cuba
la educación es un derecho universal.
Pero ahí surge otro problema: el rechazo de muchos alumnos hacia sus compañeritos “que hablan y se expresan diferente” y surge la burla e incluso el llamado bulling.
Pero ahí surge otro problema: el rechazo de muchos alumnos hacia sus compañeritos “que hablan y se expresan diferente” y surge la burla e incluso el llamado bulling.
Creo
que este tema fue analizado con mucha profesionalidad por diversos
especialistas, pero aún no es suficiente.
Eso
amerita de las autoridades educacionales un arduo trabajo de sensibilización para padres y familiares en los que se les ilustre
con todas las armas psicológicas, sociológicas y humanas para evitar o aminorar
ese tipo de xenofobia doméstica que en fin, lo es.
Porque
esas actitudes son impensables en una país que acomete con todos, o con muchos,
una campaña no solo verbal, en pos de la diversidad sexual, de género, contra
el racismo agazapado que logra reconocimiento internacional ¿y vamos a marginar
a los guajiros consciente o inconscientemente?
Eso
quizás explica que los forasteros quieran asimilarse al “idioma”
capitalino desdeñando lo rico y
sustancioso del autóctono y pierdan algo de su identidad.
Otra
cuestión que ilustra lo que explico es el llamar palestinos a los orientales
fundamentalmente.
Puede
ocurrir que algunos hijos del Levante cubano sobrevivan en la capital sin
paraderos fijos, pero muchos tienen formación académica, propiedades en sus
municipios ¿por qué no regresan? Me dirán ¡pues por lo ya explicado arriba!
Conozco
el caso de una profesional graduada en
uno de los centros más prestigiosos de la capital criolla, que requirió sus
servicios después de graduada, y allí conoció a su actual esposo; al conocer a los parientes, un concuñado en ton de chanza
le preguntó: “¿Así que eres palestina?”, “no, soy cubana, oriental a mucha
honra, e ingeniera”.
En
el tema de la migración interna, aún queda mucha tela por donde cortar y mucha infraestructura,
sobre todo mental que mejorar.
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