lunes, 4 de septiembre de 2017

Comienzo de las clases, un día glorioso

Terminó agosto… con él se van para muchos las ansiadas vacaciones de verano, recesan o al menos disminuyen, los viajes a  playas, piscinas o paseos cualquier día o a cualquier hora del día.
Inicia septiembre… En muchos otros lugares del mundo esto no tiene significación especial, pero en Cuba, la calle se reanima, se llena de colores y miles de padres junto a sus hijos aceleran el paso para garantizar la llegada puntual  a las labores cotidianas.

 Evidentemente, empieza el curso escolar, período del año en que los estudiantes ansían volver a sus centros de enseñanza;  toca volver a la práctica diaria: el levantarnos temprano, correr para llegar justo a la hora, y compartir el tiempo entre hacer tareas para el estudio y disfrutar del juego, la televisión u otras formas de diversión.
De seguro muchos ya cuentan con sus libretas y libros forrados, y han hecho estragos a los bolsillos paternos y maternos con la compra de las mochilas, “luncheras” (almuerceras) y otros artículos necesarios para la etapa.
La calidad, elegancia y precio de esos artículos no debe constituir una emulación para humillar a los de menos recursos, en eso los padres hemos de ser muy cuidadosos
 Algunos se inician en estas andanzas y esperan el día con muchos deseos de estrenar el uniforme; otros quisieran seguir el paseo y las horas de “calle” que permite el verano. Por eso, bien vale la pena reflexionar sobre cómo lograr que nuestros hijos y nietos quieran regresar felices a las escuelas y cómo podemos ayudar a la formación y fortalecimiento de valores en ellos.
Desde el despertar el individuo compone su día. Es por ello que es muy importante que este momento del amanecer sea agradable y edificante: llamar al niño, adolescente o joven a gritos porque llegó la hora de levantarse no es la manera para que el día sea verdaderamente feliz.
Posiblemente la rutina diaria precise que los padres debamos levantarnos un poco antes de lo que quisiéramos para poder lograrlo, y aunque debamos acercarnos varias veces a la cama, a pesar de sentir que el tiempo vuela y que estamos apurados, pero vale la pena; eso ayudará a que el día transcurra mejor para nuestros hijos y para nosotros también, los gritos, palabras obscenas y reproches no ayudan para nada a que el valor de la responsabilidad se fortalezca en nuestros descendientes.
Los maestros también tienen su parte: no puede quedarse atrás el papel de la escuela en relación con la educación en valores, y por ello cada año, las autoridades se encargan de la preparación de los maestros y todo el personal pedagógico, con vistas a enfrentar los cambios que la propia sociedad genera y a los que debe adaptarse la escuela de hoy, que resulta más participativa, inundada por cambios tecnológicos que hacen la enseñanza más amena y atractiva y que responda más a lo que se pretende en la sociedad cubana actual.
Hay que considerar que la transferencia de valores no se hace solo desde el punto de vista informativo, mediante anuncios, ya que supuestamente  “vista hace fe”, y que solo con  los mensajes audiovisuales padres, abuelos, maestros y sociedad en general puedan ser ejemplos para los que crecen,  y que esos spots radiales o televisivos harán más efectiva la presencia de valores que permitan alcanzar   madurez como seres humanos, proceder con claro sentido de lo que quiere y determinar las conductas a seguir, pues el valor es una virtud con la que cuenta el hombre, por la que es reconocido socialmente. Por eso es tan importante la adecuada selección de los que estarán al frente de las aulas en las que crecen generaciones de estudiantes, que deben siempre ser los más dispuestos a dar lo mejor de sí.
Nos corresponde a familia y escuela enseñar a nuestros niños y jóvenes a pensar bien, a dirigir sus pasos por el camino de la justicia, a ajustarse a las normas que rigen la sociedad para que no confunda la “autopista” por la que transita en la vida y el futuro de nuestra sociedad sea realmente de equilibrio y bien social.



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