domingo, 14 de mayo de 2017

Derrotar el egoísmo en la red comercial

Indudablemente, la población recibió con beneplácito hace muchísimos meses atrás,  la medida de vender  carne de cerdo  a un precio inferior  al que se comercializaba habitualmente, y que por los vendedores de sector no estatal llegó a tener precios casi astronómicos para el bolsillo popular.
La medida llegó incluso a regular los precios de ese segmento comercial.
Aclaro que ese apreciado alimento se expendía  de ese modo más económico, pero no con la frecuencia que el pueblo hubiera querido, y fue la feria de fin de año 2016,  que tuvo por sede a una abarrotada avenida  Felino Figueredo, la generadora  de que las ventas  de carne porcina más barata se instalara en la red  de mercados con carnicerías, y lo hizo para quedarse, hecho evidente  por los volúmenes  actualmente acopiados.

Pero ahí mismo renació otro problema, y digo renació, porque  ya había ocurrido cada vez  que se produjeron ventas de carne barata.
El hecho es que algunas personas  compran excesivas cantidades  del producto (y ciertos dependientes se  las venden), y quien así obra no lo hace de modo claro para satisfacer necesidades propias o de su familia, sino para revender.
La  carne  de costilla es una de las más demandadas, por su  precio a 14 pesos, lo que la hace más asequible, por su sabor y la versatilidad con que puede utilizarse en la cocina.
Pero si una persona gasta mil pesos en esta porción del cerdo y el dependiente lo permite, ¿cuantas libras se lleva? Y si el que va detrás en el orden de la fila  hace lo mismo, ¿cómo quedan las demás personas de la cola? ¿O se cumple aquí el injusto pensamiento de: “el que venga atrás, que arrée”?
No debe ser.
Algo similar sucede con las piernas traseras y en ese caso es por la calidad de que gozan sus masas.
Y esto ocurre casi sin excepción en todos los lugares donde se expende el gustado comestible, lo cual afecta directamente el bolsillo del ciudadano medio.
Lo peor es que a esto se unen los dependientes que venden esas grandes cantidades, dando lugar a criterios callejeros que pueden o no ser ciertos. Pues aunque muchos crean que No, eso afecta  directamente a las instituciones, a sus administraciones y a los propios dependientes, quienes a veces son acusados por los airados compradores respetuosos de la cola de estar en combinación con estos “vivos”, los consumidores, como es lógico  se muestran incrédulos ante lo que ven hacer a los representantes de esas entidades.
También hemos visto a alguno de estos compradores  a todo tren discutir  con quienes esperan respetuosamente su turno e incluso, en el colmo de la falta de respeto, mandar a callar a una dama que podría ser la abuela del discutidor, o mejor dicho del acaparador, que  el acaparamiento es una contravención que puede llegar a ser figura delictiva, y prevista en el código penal vigente.
El remedio pudiera venir de la propia institución, antes de que organismos externos tomen cartas en el asunto; la premisa sería NO venderle a nadie  de manera excesiva, es verdad  que se comercializa en venta libre, pero libertad jamás debe implicar libertinaje. La venta puede ser liberada, pero controlada. Y para eso existen los directivos de estos establecimientos.
Es  preciso desterrar  ese egoísmo y que no coja mayor fuerza en nuestra sociedad.
Porque sin temor a equivocarme, puedo afirmar que cada vez que el Estado toma una medida de beneficio popular, viene un pícaro a querer sabotearla.
Una nueva edición de esta festividad tuvo lugar este sábado en la propia avenida Felino Figuerdo y en general hubo disciplina, una buena preparación por parte de los organizadores y eso sí una abundancia de productos que no permitió  tanta aglomeración ni desorden, solo una mancha oscureció la víspera  comercial del día de las madres: la venta de aves vivas en  la que parece que afloraron los indisciplinados y acaparadores , pero un  solo golondrino no compone verano… ¿verdad?


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