El
proceso de jubilación puede ser traumático, o indoloro y marchar sobre ruedas
en dependencia de en qué novena jugamos.
Si
al interesado “le toca” una administración indolente o informal –o ambas
inclusive- sufrirá lo indecible aun cuando los mecanismos del Instituto
Nacional de Seguridad Social (INASS) estén debidamente engrasados; en cambio si
su administrador es de ley todo será como coser y cantar con todo el papeleo previo en regla.
Suponiendo
esto último, el próximo paso es la entrega de la chequera, en gradual
sustitución por la tarjeta magnética, de sustancial ahorro de papel y se
supone que con la informatización de la
sociedad todo sea más fácil.
Aquí
debo hacer un aparte: muchos abuelos aborrecen la tarjeta pues se habían
acostumbrado a que un familiar les cobrara o porque consideran engorroso el
mecanismo, aun cuando un empleado solícito siempre podrá instruirles en el uso
de la referida ficha.
Si
al anciano le toca una agencia bancaria con las condiciones ideales pasará
menos trabajo, aunque el contrato para la entrega de la tarjeta es largo y
engorroso, un verdadero cuéntame tu vida.
Si
en cambio debe ir como yo a una agencia pequeña como la bayamesa 7462, con poca
capacidad puede pasar las de Caín, pues primero debe esperar en la puerta
compartiendo cola con otra que agrupa a quienes aún cobran por chequera y deben
dedicar media sesión de trabajo a este imprescindible menester.
Después
de tres horas de espera, me revisaron la documentación, después la funcionaria
hizo la terrible comunicación: ¨Su tarjeta no ha llegado, venga dentro de 15
días, pero puedo pagarle ya el mes de mayo, ah… este documento se vence a los
dos meses y deberemos empezar de nuevo”.
Hay
un inconveniente, mejor un gran escollo: para indagar si ya la tarjeta está
disponible es ineludible hacer la cola, “un mecanismo infernal pero es lo
establecido”, como justamente reconoce
la funcionaria que me atendió.
Me
atrevo a conjeturar ¿no sería oportuno poner un listado siempre con los nombres
de quienes pueden ya acceder a su tarjeta y aliviar o justifica la espera con
la idea de ir al seguro¨?
¿Alguien
ha pensado lo que representa para un abuelo esperar tanto y que al final no
haya llegado el anhelado aditamento?
Cuando
pasamos de la sexta década, o aún antes, el lógico e inexorable envejecimiento
nos pone en desventaja con respecto a las personas más lozanas, quienes de
todas maneras transitarán por esta misma senda y de seguro quisieran ser
tratados de la mejor manera posible.
Pensemos
todos en ello.
No hay comentarios :
Publicar un comentario