domingo, 22 de mayo de 2016

Zambullirse en el proceso



El proceso de jubilación puede ser traumático, o indoloro y marchar sobre ruedas en dependencia de en qué novena jugamos.
Si al interesado “le toca” una administración indolente o informal –o ambas inclusive- sufrirá lo indecible aun cuando los mecanismos del Instituto Nacional de Seguridad Social (INASS) estén debidamente engrasados; en cambio si su administrador es de ley todo será como coser y cantar con  todo el papeleo previo  en regla.

Suponiendo esto último, el próximo paso es la entrega de la chequera, en gradual sustitución por la tarjeta magnética, de sustancial ahorro de papel y se supone  que con la informatización de la sociedad todo sea más fácil.
Aquí debo hacer un aparte: muchos abuelos aborrecen la tarjeta pues se habían acostumbrado a que un familiar les cobrara o porque consideran engorroso el mecanismo, aun cuando un empleado solícito siempre podrá instruirles en el uso de la referida ficha.
Si al anciano le toca una agencia bancaria con las condiciones ideales pasará menos trabajo, aunque el contrato para la entrega de la tarjeta es largo y engorroso, un verdadero cuéntame tu vida.
Si en cambio debe ir como yo a una agencia pequeña como la bayamesa 7462, con poca capacidad puede pasar las de Caín, pues primero debe esperar en la puerta compartiendo cola con otra que agrupa a  quienes aún cobran por chequera y deben dedicar media sesión de trabajo a este imprescindible menester.
Después de tres horas de espera, me revisaron la documentación, después la funcionaria hizo la terrible comunicación: ¨Su tarjeta no ha llegado, venga dentro de 15 días, pero puedo pagarle ya el mes de mayo, ah… este documento se vence a los dos meses y deberemos empezar de nuevo”.
Hay un inconveniente, mejor un gran escollo: para indagar si ya la tarjeta está disponible es ineludible hacer la cola, “un mecanismo infernal pero es lo establecido”, como justamente  reconoce la funcionaria que me atendió.
Me atrevo a conjeturar ¿no sería oportuno poner un listado siempre con los nombres de quienes pueden ya acceder a su tarjeta y aliviar o justifica la espera con la idea de ir al seguro¨?
¿Alguien ha pensado lo que representa para un abuelo esperar tanto y que al final no haya llegado el anhelado aditamento?
Cuando pasamos de la sexta década, o aún antes, el lógico e inexorable envejecimiento nos pone en desventaja con respecto a las personas más lozanas, quienes de todas maneras transitarán por esta misma senda y de seguro quisieran ser tratados de la mejor manera posible.
Pensemos todos en ello.

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