domingo, 13 de marzo de 2016

Semblanza de una obrera agrícola



Zaidis Cover lleva en sí la mezcla de sangres y  razas del Gran pueblo caribeño, lo dice su piel tostada por los ancestros y por el inclemente sol de estas latitudes, también sus finas facciones que evocan  el aporte indostánico, obligado o casi esclavo,  a las antiguas colonias británicas.
Nieta de un bracero jamaicano, contratado con sueldos miserables en la década de los años 50, heredó de ese abuelo y de sus padres  la laboriosidad y la franqueza de aquellas tierras, cualidades acrisoladas en suelo cubano, al calor de esa idiosincrasia singular de los cubanos.
Ya con nietos propios,  Zaidis comenzó a trabajar en la cooperativa de producción agropecuaria Carlos Manuel de Céspedes, de un barrio bayamés conocido por La Aguada y que tributa materia prima al central Arquímedes Colina, del consejo popular Mabay.
Allí, aunque el trabajo agrícola manual es riguroso,  pues debe  deshierbar caña  a machete o azadón, sembrarla y aporcarla,  recibe salarios que promedian de mil 100 a mil 200 pesos mensuales.
“Me esfuerzo bastante, pero recibo excelente tratamiento por la dirección de la cooperativa y gano bastante, lo suficiente para cubrir mis necesidades”, dice con una sonrisa más elocuente que las propias palabras.

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