domingo, 12 de octubre de 2014

Locos entrañables



Como toda ciudad que se respete Bayamo tiene sus locos.
Indudablemente desde su fundación  el 5 de noviembre de 1513 y por supuesto, desde  mucho antes, hubo quien deambuló con la mente extraviada por las orillas del río, después por los callejones, caminos reales y proyectos de calles.
Solo puedo dar fe, desde la segunda mitad del siglo XX y quiero aclarar que había en ese entonces de todo tipo.
Estaba el agresivo, muchas veces confinado al interior de las viviendas en una habitación presumiblemente enrejada o que salía a la calle a causar o recibir el efecto de los problemas que creaba porque todavía en esa fecha alguna gente desalmada solía espantarlos a pedradas.
También estaba aquel cuyos desvaríos no ofendían a nadie, estaban los pintorescos y quienes tenían algún tipo de retraso mental y que muchos bayameses  de la época no sabían discernir si eran “bobos” u orates.
Como en un ensueño recuerdo a Dichoso, que iba por la calle semidesnudo, descalzo y casi siempre hambriento y quien, con cara de felicidad, sonreía cuando le daban por ejemplo un mendrugo y un pedazo de boniato que mordisqueaba alternativamente.
Ya mayorcito mis recuerdos me traen a Prueba una rubia cincuentona y desmelenada que lo mismo arrebataba cualquier paquete a quien le cogiera miedo que le plantaba un “homenaje” al mismísimo Mahoma.
En la época de la tiranía batistiana, y mucho después, por mi barrio de San Juan  pasaba con los rasgos anatómicos quijotescos uno que vestía militarmente a medias,  marchaba marcando el paso y en las esquinas ordenaba y  daba flanco izquierdo o derecho según el caso y cuando menos lo esperábamos pegaba un ¡a retaguardia! de campeonato solo que los brazos le giraban como desprendidos del cuerpo, cuando no hacía eso se daba palmadas alternas con ambas manos  en la nuca o al final del espinazo, acaso buscando la perdida lucidez.
Benita quien como Prueba, la gente aseguraba que perteneció a familia adinerada, ya entonces arrugada, casi siempre sucia usaba unos túnicos desentallados y respondía  a los indolentes que la conminaban a “encender al televisor” con una rápida subida del vestido para mostrar un deprimente espectáculo. ¡Ah! si cogía una bicicleta   el dueño podía caerle detrás hasta el desmayo pues ella no la abandonaría hasta que se cansara.
Rita Pallares, (la Caimana aunque era  de Veguita) siempre complacía al público con un bailecito,  fue inmortalizada primero por Lorenzo y Reynaldo Hierrezuelo en una sabrosa guaracha: “Bayamo tiene dos cosas que no las tiene La Habana: una historia muy hermosa y tiene a Rita la Caimana”… y después, ya fallecida,  perpetuada por la familia Barrios, hoy constituye uno de los fondos del Museo de cera bayamés.
Menocal, siempre con un saco al hombro, a veces montaba en cólera, pero si alguien estaba haciendo un trabajo pesado se sumaba gustoso, aunque quisieran impedírselo,  por lo general era muy ocurrente, como cuando vio un cable ardiendo y exclamó:”Quisiera besar la ´letricidá  a ver ´que sabe”.
Casi siempre murmurando  acerca de buques tanques de potaje, trenes de congrí, toneladas de puré de malanga.. iba Comida quien también mendigaba y que al morir debajo se su camastro dejó una considerable suma de dinero.
Estaba Timbre que hacía toda suerte de efectos especiales con la boca y que acosado por los jodedores mató a un hombre.
Guilla´o  o Pinchacabo era un señor de brazo en cabestrillo (no hay certeza de que fuera loco) y las malas lenguas aseguraban que fue un  paripé para no trabajar;  por supuesto la extremidad se atrofió, cuando algún imprudente le preguntaba la respuesta aludía a la parte menos digna de la progenitora del ofensor   que supuestamente  lo   mordió e infectó…
En mis años estudiantiles conocí a De la Vega también de porte quijotesco y totalmente opuesto a las transformaciones revolucionarias y en especial a la zafra del 70: “ Cambio un refrigerador de cuatro puertas por un radio que no hable de caña”, y redactaba unos periódicos  en los que decía por ejemplo:” Desde Roma te están vigilando”, los muchachos lo neutralizábamos con  un ¡Compañero de la Vega! que lo ponía verde de la rabia al punto de  increpar a dos compañeros míos Richard y Felo : “No hay rey que me obligue a saludar a dos terneros en bicicleta”,
No me consta, pero dicen que al pisar la otra orilla, recuperó la razón.
También vivió aquí Paíto, un negro gigantesco que se atravesaba delante de cualquier vehículo y había que dejarle vía libre y ese fue su primer apodo, después, gracias a la canción de  Boney M fue, nombrado el Rey de la carretera,  hasta que un rastrero foráneo lo detuvo para siempre.
Hubo dos en distintas épocas pero con una afición desmedida al desaseo, a uno lo apodaban Conaca  (iniciales de la Comisión Nacional de Acueductos y Alcantarillado a finales de los años 50, que finalmente devendría en el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos) y otro tenía un mote sumamente elocuente: Pipi La Fosa.
Estaba Cacho un antiguo conocido que, después de  1976 sabía  de memoria el nombre de todos los presidentes del Poder Popular y secretarios del Partido de los 169 municipios del país, los cargos que habían ocupado y algunas otras de sus generales.
Todavía quedan algunos, pero es evidente la voluntad gubernamental por mantenerlos en instituciones adecuadas, con atenciones y que no deambulen, como el enigmático que aparece y desaparece de cuando en cuando camuflado a tal punto que parece un vegetal viviente, algunos aseguran que no ha perdido la razón, sino que mató a su propio padre y ese es un castigo autoimpuesto.
Debe habérseme quedado algún loco en el tintero, pero la memoria no da para más, solo sé que como parte de esta añosa ciudad ellos son para mí locos entrañables.

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