domingo, 20 de enero de 2013

Un distinguido toque culinario

Muchos bayameses y visitantes ocasionales son conquistados por un producto aparecido hace unos dos años en los mercados de la ciudad y en otros del oriente: una pasta de ajo consistente en una pulpa gustosa con mucha de la frescura del condimento natural.

Seguir la ruta del producto no fue difícil, pues la etiqueta es un verdadero cuéntame tu vida: marca Trópico, dirección, teléfono, ingredientes, nombre del producto, y fecha de vencimiento, todo como en las grandes industrias; eso nos llevó en Jiguaní al domicilio de Roberto Castillo Centurión.

Este joven emprendedor, tiene una envidiable facultad para crear, innovar; por eso junto a su hermano Ángel Labrada Centurión, el promotor de la idea, se dio a la labor de sustituir por conservas algunos condimentos que escasean o suben de precio en cierta etapa del año como ajo y cebolla.

Con un conocimiento totalmente empírico, marcharon a la capital cubana y a otros sitios del país donde hay minindustrias desde hace tiempo, para nutrirse del saber de personas conocedoras, y leyeron cuanto libro aludía a estos procederes.

Delgado, con una agilidad sorprendente cuando uno escucha su hablar pausado Roberto se mueve vertiginoso entre frascos y botellas en su limpísimo taller en la terraza trasera de su vivienda, que en muchas regiones de Cuba llaman “contra”.
Realmente mi hermano y yo comenzamos la prueba con ajo, y como fue exitosa, incursionamos en la pasta de cebolla, después vinagre, jugo de limón concentrado, mojito y picante criollo, salsa condimentada de tomate y vita nuova. El viajó a Ecuador y yo he seguido: tengo varios ensayos con salsa china (de soya) solo le faltan detalles para proponerla a los clientes, en realidad estoy dispuesto a fabricar y mantener 12 productos”, explica.

Todo el proceso es manual desde el fregado de los envases, llenado de los recipientes y el etiquetado (corre a manos de la delicadeza de la esposa y la cuñada de Roberto). Nerys, la madre, no participa, pero acompaña y alienta.
“Solo los encurtidos van en bolsas plásticas, para ello tengo selladora, enchapadora y otros elementos necesarios, todos fabricados artesanalmente con este fin.

“Recibo las botellas y pomos limpios, pero después vuelvo a fregarlos con detergente, antes de hervirlos reciben su dosis de hipoclorito y los pongo a reposar hasta envasar los productos, algunos me consideran exagerado, pero me gusta proteger mis productos”, argumenta.

Las condiciones son mínimas pero sobresale la higiene, aun cuando cocina sus productos con leña en el patio; “ahora estoy ideando una especie de fragua para mantener la llama durante el acto de elaboración y facilitar la labor”, asevera.
Los productos Trópico tienen amplia demanda. En Bayamo son conocidos en el mercado Flor de Azahar y en otros establecimientos homólogos, también en mercados de Contramaestre y en el propio terruño de Roberto en unos cuantos sitios, por ejemplo, el mercado La Majagua los acoge con beneplácito.

Los resultados no se hicieron esperar: a poco del comienzo llamaron la atención de la Agricultura Urbana y “ya somos minindustria de referencia nacional”, dice Roberto, “no soy cuentapropista sino de esa modalidad productiva, le pago mis impuestos más un 10 por ciento de lo vendido.

“Hay trabas: a veces nos llaman de empresas o de sus filiales, pero la situación más difícil está en el pago por cheque, eso nos tranca un poco”.

“No doy abasto, a cada rato llegan recados desde las comercializadoras: se acabó esto, ya está escaso lo otro, y trato de complacer las demandas”.
Roberto ejemplifica a esos jóvenes que preservan tradiciones, de otro modo extinguidas.

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