lunes, 18 de junio de 2012

Domingo radiante

Este último domingo recibí tantas llamadas y visitas que me entorpecieron para anotar alguna de las ideas que ya había forjado en mi mente para incluirlas en esta página.

Claro, esto me colmó de felicidad, mis tres hijas y dos nietos estuvieron todo el día conmigo, junto a Carmen mi esposa; solo Conchi, quien vive en La Habana, faltó de cuerpo presente, pero me llamó en el primer minuto de este 17 de junio; las llamadas se repitieron una docena de veces, recibí incluso numerosos mensajes de allende el mar.

Para quienes hemos perdido los ascendientes más cercanos, estas fechas encierran cierta tristeza atemperada porque ahora nosotros vivimos por y para quienes nos relevan en el seno familiar.

Y como es lógico evoqué a mi viejo, como lo hago casi todas las mañanas: como un excelente papá, pero lleno de defectos como para acentuar su lado más humano.

Desde que lo conocí mantenía una actitud autoritaria más tarde identificada en sargentos de infantería de cualquier ejército.

Cuando joven jamás usé ninguna ropa a la moda, ni puede escuchar la música de Los Beatles quienes desde entonces arrebataban a la gente de mi generación “pues música buena era solo la cubana o la expresada con letras en español” decía.

Ateo como el solo nunca permitió que fuera bautizado por la Iglesia católica aunque sí “por lo espiritual”.

Celoso y tenaz jamás aprobó un novio para mi hermana hasta la llegada de quien estaba dispuesto a casarse enseguida.

Pero tenía unos sentimientos que lo conminaban darlo todo en pos del prójimo y qué decir de nosotros sus dos únicos hijos: junto a nuestra madre nos velaba cada fiebre, cada centavo iba a engrosar la economía familiar pues no era derrochador en gastos ajenos a eso.

Por eso, quienes lo necesitaron exclamaban:”Rey para mí es muy valioso”.

Con toda la tozudez del mundo, nos inculcó valores de los que hoy me enorgullezco; él tuvo el privilegio que no tuvo mi madre de conocer a todas sus nietas… por eso cuando cerró sus ojos claros como la miel de las campanillas en invierno descansó de una enfermedad que lo fue apagando sin una queja, rodeado de nosotros sus familiares quienes sollozábamos, asombrados de que la muerte lo eternizara en una dulce sonrisa

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