domingo, 7 de noviembre de 2010

Petit

Todavía, tras los terremotos de hace casi un año, y ahora en lucha contra el cólera, médicos cubanos llevan mensajes de amor y luchan por la buena salud en cualquier punto por abrupto que sea de la pequeña nación antillana y sin proponérselo, reparan en algo las injusticias sufridas por multitud de haitianos en Cuba desde la etapa colonial en cañaverales y cafetales hasta los albores de 1959.
Y ese hecho me convida a evocar a un hombre a quien el colega Ibrahín Sánchez definió como “Inmenso en su pequeñez”, calificativo que lo acompañaría para siempre en su más de un siglo de existencia.
Recordarlo es inmortalizar la alegría… lo real maravilloso le vino de una prodigiosa memoria mejorada con el añejamiento, desde que su nombre era Estilma Yilma en el Aux-Cayes haitiano, hasta ser Manuel Chiquito Fis en Cuba y desde hace mucho para todos Petit, (Pití) un nombre que fue verdad en la menguada figura, y negación y rotundidad en cuanto a ternura y afabilidad.
Lo fue también en el desarraigo de un Haití que no reconoció en dioses, ritos vudú, leyendas, zombies, ni tradiciones, ni siquiera en la religión a la que llamó natural aunque se declaraba católico.
El arraigo a Cuba fue más diáfano con la certeza de su fraternidad con Fidel por coincidencias epocales.
No fue Petit un hombre pobre que viajó a Cuba en busca de un modo de no morir de hambre en su pequeña isla antillana: tenía un pequeño cafetal en el litoral del Caribe. No obstante compartió la suerte de otros coterráneos y cruzó el Paso de los Vientos, convirtiéndose en uno más de los miles de braceros que tenían en su sangre reminiscencias de las de Henri Christophe y Toussaint Loverture…
La vida de este hombre es un canto al trabajo y a la devoción por Cuba, su pensamiento favorito se haya emparentado con la madre tierra: “un gallo bien puida´o no pierde batalla” y eso para él era trabajar duro, comer carne de cerdo y viandas fritas casi a diario y hacer bien a los demás.
Su existencia multiplicada hasta la saciedad en otros coterráneos suyos, encierra un leimotiv histórico, geográfico social humano: Haití- Cuba y viceversa.
Se dice y lo atestiguan algunos autores históricos que Henri Christophe era cubano de nacimiento, y a lo mejor ahí está el origen de la devoción es cierto que los inmigrantes haitianos nunca o casi nunca regresaron a la tierra natal y juntaron su sangre con la cubana para multiplicarla en nuevas existencias o la derramaron por nuestra libertad.
Petit era consciente y orgulloso de ello.

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