jueves, 20 de noviembre de 2008

El cementerio viejo


Cuando de la mano de mi padre, a la sazón tabaquero en la antigua fábrica de tabacos Moya, (década de los años 50 del pasado siglo) pasaba ante el llamado cementerio viejo de Bayamo, en la confluencia de las calles Martí y la hoy denominada Amado Estévez, recuerdo de manera vaga oírle decir que era el más antiguo de Cuba y de América.

La añeja torre se hizo familiar en el recorrido obligado que debía hacer a la fábrica para llevarle el desayuno a mi viejo y después casi corriendo a la escuela, pero no perdí el temor supersticioso que solo cedió ante el conocimiento de la historia de esa misma atalaya semiderruida y de la estatua a la cual protege.

El cementerio viejo quebrantó para siempre la costumbre arraigada y ancestral de enterrar a los difuntos en el recinto de las iglesias, las cuales dejaban para mujeres y hombres del futuro las huellas de sus nichos y acaso restos de sus osamentas.

Escolares y adultos se deleitaban morbosamente con las historias que encerraban los conventos de San Francisco, donde está la escuela primaria Manuel Ascunce y de Santo Domingo donde radica su similar José Antonio Saco y también la iglesia de nuestra señora de la Luz donde se levanta la sala teatro José Joaquín Palma e incluso el imaginario popular, rozando la leyenda, hablaba de túneles comunicativos con la iglesia de San Salvador (hoy catedral de la diócesis Bayamo- Manzanillo) con el primer convento citado.

Mérito indiscutible en la ruptura de la costumbre de efectuar enterramientos en las iglesias según refiere el historiador José Carbonell Alard en su libro Estampas de Bayamo cabe al obispo de Cuba doctor Joaquín de Oces y Alzúa; el quebrantamiento se debe a la real orden de 27 de marzo de 1797 y al Real despacho de 6 de noviembre de 1798 que autorizaba los cementerios a campo abierto.

El 8 de febrero de 1798 hace 210 años en la villa de Bayamo se concluyeron las obras del cementerio auxiliar de San Juan Evangelista, notificadas por el vicario de Bayamo, doctor José Antonio Dimas Cuevas y Oduardo quien notificó asimismo la total conclusión el 20 de septiembre de 1799.

El primer cementerio a campo abierto fue el viejo de Bayamo, el segundo el de La Habana por iniciativa del obispo doctor Juan José Díaz de Espada y Lanza y el tercero el de Santiago de Cuba construido por el arzobispo doctor Mariano Rodríguez de Olmedo y Valle en 1828.

La Iglesia de San Juan Evangelista fue destruida por el incendio revolucionario de Bayamo en 1869, su vieja torre quedó en pie siendo utilizada como pórtico del camposanto, no obstante el cementerio funcionó hasta 1919.En los primeros años de la década de los 40 fue demolido para ampliar las calles de Martí y de la denominada hoy Capotico (antes Estrada Palma) se construyó también al fondo una plaza que restaurada años más tarde fue denominada Retablo de los Héroes y según destaca Carbonell Alard allí se encuentra el mausoleo del prócer Francisco Vicente Aguilera; en el conjunto de tres pequeñas plazuelas en el parque de San Juan.

El temor supersticioso desapareció casi por completo, pero en pleno siglo XXI los bayameses de edad avanzada miran con respeto, admiración y nostalgia por la niñez y juventud idas a su cementerio viejo…

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