domingo, 5 de diciembre de 2021

El olor de la serranía

En la ya lejana fecha de agosto de 1972 un grupo de profesores noveles dedicamos las segundas y en algunos casos las terceras vacaciones escolares para conocer puntos históricos de la Sierra Maestra, de la que tanto escuchábamos hablar a tanta gente y queríamos conocer de primera mano. Éramos siete: Lino Rodríguez por tener una experiencia previa encabezaría las marchas, después seguíamos Eduardo Chávez y yo, él por estar menos habituado y yo, por no conseguir botas adecuadas y sí unos tennis de suela muy gruesa. Otros eslabones de la cadena eran Ángel Antorcha, Luis Massip, Armando Ferriol, y Pablo Maceo. Salimos cogiendo botella desde Bayamo hasta Zarzal en la antesala masoense del gran macizo montañoso, allí pernoctamos, por vez primera en un gallinero, y saboreamos un suculento chivo que nos cocinó Luis Mariano, hermano de nuestro camarada Ferriol, nos despidió con un consejo viejo pero sabio: “No dejen camino por vereda”. La rotura de la mochila me hizo desobedecer la advertencia, lo lamenté amargamente, pero gané una experiencia raigal. Fueron siete días de subir y bajar lomas condimentados por torceduras de tobillos y ampollas, yo no tuve que lamentarlas porque el calzado suave me vacunó contra las rozaduras. Aprendimos una gran lección: herederos de Pablo de la Torriente Brau conocimos otro país sin salir de Cuba; la naturaleza de la sierra nos cautivó por su exuberancia por sus olores y sabores, trabamos amistades con aquellos pobladores increíbles que vivieron y protagonizaron la historia y cuentan sus propias hazañas con la sencillez con tomarse un trago del café que cosechan. Al menos a mí me fortaleció las flacas canillas y años más tarde cuando por razón de mi trabajo como reportero pude caminar y disfrutar las cumbres , era uno de los más avezados en escalar y bajar frenando el peso del cuerpo. Tres de aquellos camaradas: Antorcha, Eduardo y Massip ya no están, pero perviven en la anécdota, en la evocación, no hay día que nos reunamos los sobrevivientes que nos los nombremos, otros estamos viejos, achacosos pero felices de haber compartido esos caminos y esa amistad. En nosotros queda el olor a monte, a río, a arrias de mulo, a sendas polvorientas o enfangadas a fruta madura, a café sembrado o en secaderos, a gente trabajadora y honrada…en nosotros quedó el olor de la serranía

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