Quién
me iba a decir que escucharía esta palabra con intervalo de más de 40 años y con una significación
totalmente distinta cada vez.
En
1975, después de dada la voz de silencio
y con los estudiantes descansando nos reuníamos un grupo de profesores
bayameses en una de las escuelas en el campo asentadas en Cauto Cristo y ahí establecíamos unas tertulias interminables.
Éramos
jóvenes acostumbrados a las trasnochaderas de los veinteañeros. En una ocasión
nos dio por evocar los sargentos instructores del servicio militar.
Uno
de ellos, guantanamero, era muy estricto con la disciplina, pero su deficiente instrucción
lo hacía cometer errores que nos divertían tras los cuentos reseñados con
gracia por nuestro amigo Carlos.
“En
cierta ocasión un soldado se presentó en la formación con una cuchara dentro de
uno de los bolsillos superiores, el militar -intermedio entre las clases de tropas y la oficialidad- le espetó un poco
entre dientes como hablaba: ´Sáquese esa cuchara de ahí que eso no es balígrafo´,”.
De
más está decir que una carcajada unánime acogió sus palabras lo que costó
varios reportes y cada vez que se lo escuchábamos decir a nuestro amigo Carlos
Enrique volvíamos a soltar la risotada.
Aquel
sargento sin saberlo dio un salto premonitorio en el tiempo y también sin saberlo
fue una especie de visionario con respecto a la firma de los acuerdos de paz en
Cartagena, Colombia rubricada precisamente con un balígrafo, especial acrónimo
entre bala y bolígrafo.
El
presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y el líder de la guerrilla
'Timochenko' han firmado con un balígrafo del calibre 50 el Acuerdo de paz que
pone fin a más de 50 años de
conflicto".
Se
trata de un casquillo vacío con un punto esferográfico que
esperamos que dispare acciones efectivas para la paz, según reza la leyenda escrita a su costado: “Las balas
escribieron nuestro pasado. La educación, nuestro futuro”.
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