domingo, 24 de octubre de 2021

A la antigua y a la moderna

Quienes peinamos canas y quienes apenas tenemos qué alisar en nuestras cabezas, desde hace mucho escuchamos decir a nuestros mayores y contemporáneos “la educación de antes era la mejor”. Gran parte de razón hay en ello conocemos a mucha de la gente de nuestro tiempo con una exquisita educación, independientemente de su instrucción, pero no hay que dorar tanto la píldora: siempre hubo personas de todo tipo. De una cosa adolecía esa educación por estar basada en el miedo el –“castigo corporal y el oscurantismo” sí, porque cuando éramos pequeños muchos chicos no iban a la escuela, tenían padres analfabetos y una situación doméstica nada envidiable, eran hechos del día a día aunque a algunos sin haberlo vivido ahora lo nieguen y apelen a aquel verso por Jorge Manrique de Figueroa (1440-1479) “cualquiera tiempo pasado fue mejor”, devenido pensamiento acuñado por generaciones a pesar de lo atrasado. También en pos de la tranquilidad de los chicos de entonces había dos maneras: “tranquilidad viene de tranca” o sea, pórtate bien porque vas a “cobrar”; el otro modo era el amedrentar a los niños y jóvenes. Sí, en los corros donde había personas ignorantes o inescrupulosas se contaban apasionantes historias de aparecidos, pero si era en un campo, el regreso a casa se hacía insoportable pues unos y otros no hacíamos miedo con cada sombra o claridad que nos formaban engañosos espectros. Otra de las cuestiones para que los muchachos se acostaran temprano era decir que los muertos nos visitaban por la noche, ciertos ancianos aconsejaban emburujarnos en las sábanas o cobertores y no “ver nada” también se decía que podían halarnos los pies en medio de la noche. Mucho estudio y educación costó desterrar esos mitos, pero numerosos de mis coetáneos se cubren siempre los pies a la hora del sueño. Al menos yo nunca olvido esa precaución Asombroso ¿no?

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