domingo, 17 de octubre de 2021

Delicado sentimiento femenino

La escuela al campo fue amada por muchos, rechazada por otros, incluso sé de algunos que disfrutaron de ese primer contacto adolescente con el aire libre, el trabajo, la camaradería… pero ahora reniegan de esa experiencia, otros nunca la entendieron y en el presente la vilipendian a su antojo usando la técnica de las medias verdades o las falsedades absolutas y la formación que obtuvieron en escuelas y universidades cubanas. Recuerdo mi primera experiencia, más formativa que productiva, se denominó Plan Mayo norte porque inicialmente se centró en la región septentrional de la antigua provincia de Oriente. Allí en Pastor, un apeadero de ferrocarril cercano a Río Cauto, convivieron en 1964 estudiantes de secundaria, entre los que me encontraba, con la muchachada de preuniversitario, “cuadros” de la Juventud comunista y lo mismo en las fogatas nocturnas coexistían canciones vibrantes como Bandera roja, Bela ciao… con otras como Las hojas muertas, zarzuelas cubanas o un aria de la Boheme o Tosca… ¡Increíble resulta hoy! ¿verdad? Hoy quiero evocar la parte en que la gracia femenina trocó la burda tela de caqui o lienzo que entregaban (a uno y otro sexo) para apegarse al surco en prendas más acordes con la delicadeza de las muchachas. En ello jugaron papel importante los hilos de bordar y la destreza de costureras y bordadoras, pero si no había tiempo, dinero o cualquier otro impedimento una estudiante diestra o sus familiares asumían la labor especialmente si alguna tía o abuela se le colaban al quehacer. Pasaron los años y como profesor seguía viendo aquellas camisas pobladas de hermosas frases, algún trozo de Neruda o el título musical que más pegara con la alegría sentimental o “pena de amor” de ese entonces. Mi camarada Ferriol y yo impartíamos Historia y Literatura ya a Noveno grado, pero los estudiantes de séptimo nos pedían consejo y nos buscaban mucho; un día de visita de los padres al centro una chica llamada Carmen mando a bordar una camisa rosada (ya las hacían de colores más tiernos) con sus padres con el título de la canción La calle en que tu vivías, Del brasileño José Augusto y todo quedó a ahí. El jueves siguiente volvíamos al campamento Ferriol y yo; la madre de Carmen enterada de nuestro viaje, envió a la chica un paquete liviano y hacia las tomateras de El Sombrero emprendimos regreso ambos profes. La chica corrió a nuestro encuentro, abrió su envoltorio; na exclamación nos sorprendió a quienes bajamos del vehículo junto el portón del campamento, la costurera había bordado en hermosas letras: “Pío Rosado357, entre Lora Y Figueredo”. La semana entrante ya estaba enmendado el error y la chica lucia orgullosa su camisa y su letrero.

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