Gerardo Abreu Fontán es muy conocido y admirado en toda Cuba, especialmente en su natal Santa Clara y en la capital cubana por su breve y a la vez intenso historial revolucionario.
Su
devenir, forjado en la más absoluta clandestinidad, provocó que las fuerzas
represivas, por ser burladas tan a menudo
persiguieran a Fontán con encono.
Después del desembarco del yate Granma se intensifica su actividad conspirativa, frecuentemente
en temerarias acciones Fontán y sus hombres
“le ponían rabo” a los represores batistianos.
En ese período a la par que crece el odio de los sicarios
contra el infatigable combatiente, este se gana la admiración, el respeto y el cariño
de los otros dirigentes del Movimiento26 de Julio y de los hombres que
combatían bajo sus órdenes.
Sobre Fontán, en el acto por el aniversario 50 de su asesinato, Ricardo Alarcón de Quesada, lo evoca así: “Llegó a ser para nosotros un
mito. Él, que no había avanzado en la enseñanza elemental, dirigió a los
jóvenes y estudiantes de la capital y ninguno dudó nunca que Gerardo era el más
capaz, el más sensible, el más profundo de nuestros compañeros”.
Fontán nace en Santa Clara el 24 de septiembre de 1932 a los 11 años se traslada hacia La Habana con su familia; allí desempeña duros y diversos oficios y resulta doblemente discriminado, por su condición de trabajador humilde y negro. Todo ello fue forjando su rebeldía y lo condujo a ingresar en el Partido Ortodoxo.
Fue
torturado y asesinado por la dictadura batistiana el 6 de febrero de 1958 a sus 25 años, cuando era
el jefe de las brigadas de acción del Movimiento 26 de Julio en La Habana y
sólo faltaban meses para que se concretara el triunfo de la Revolución Cubana. Sus labios no se despegaron para delatar a
ningún camarada.
Lo
demás es historia: su cadáver presentaba 15 disparos y 57 punzonazos; le habían
cortado la lengua y destrozado completamente
sus órganos genitales , pero ni aun así
pudieron doblegar al valiente revolucionario, aun horriblemente mutilado siguió
siendo más varón que sus captores. Al día siguiente su cadáver apareció al lado
del edificio de los Tribunales de Justicia, en lo que es hoy la Plaza de la
Revolución.
Pero muy pocos
saben que a partir de 1951 sus inclinaciones artísticas lo llevaron a actuar en
la entonces emisora Radio Mambí, (de la Habana, aclaro) trabajando, además, en
distintos clubes y cabarets, en los cuales declamaba versos afrocubanos,
haciéndose llamar entonces, “Gerardo Marín, el alma del verso negro”.
Un testigo, el
versátil comediante y declamador Jorge Losada, en una entrevista que más
tiene de representación unipersonal y que se titula ¿Me hago entender? habla con admiración de Gerardo, sobre todo de
su seriedad, de sus dotes artísticas, de los consejos que ofreció a quien
después sería uno de los grandes actores de la radio, el cine y la
televisión cubana.
“El me enseñó mucho de recitación, de Revolución, de
la vida”, afirma ese viejo y experimentado actor.
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