Terminó
agosto… con él se van para muchos las ansiadas vacaciones de verano, recesan o
al menos disminuyen, los viajes a playas,
piscinas o paseos cualquier día o a cualquier hora del día.
Inicia
septiembre… En muchos otros lugares del mundo esto no tiene significación
especial, pero en Cuba, la calle se reanima, se llena de colores y miles de
padres junto a sus hijos aceleran el paso para garantizar la llegada puntual a las labores cotidianas.
Evidentemente, empieza el curso escolar,
período del año en que los estudiantes ansían volver a sus centros de enseñanza; toca volver a la práctica diaria: el
levantarnos temprano, correr para llegar justo a la hora, y compartir el tiempo
entre hacer tareas para el estudio y disfrutar del juego, la televisión u otras
formas de diversión.
De
seguro muchos ya cuentan con sus libretas y libros forrados, y han hecho
estragos a los bolsillos paternos y maternos con la compra de las mochilas,
“luncheras” (almuerceras) y otros artículos necesarios para la etapa.
La
calidad, elegancia y precio de esos artículos no debe constituir una emulación
para humillar a los de menos recursos, en eso los padres hemos de ser muy
cuidadosos
Algunos se inician en estas andanzas y esperan
el día con muchos deseos de estrenar el uniforme; otros quisieran seguir el
paseo y las horas de “calle” que permite el verano. Por eso, bien vale la pena
reflexionar sobre cómo lograr que nuestros hijos y nietos quieran regresar
felices a las escuelas y cómo podemos ayudar a la formación y fortalecimiento
de valores en ellos.
Desde
el despertar el individuo compone su día. Es por ello que es muy importante que
este momento del amanecer sea agradable y edificante: llamar al niño,
adolescente o joven a gritos porque llegó la hora de levantarse no es la manera
para que el día sea verdaderamente feliz.
Posiblemente
la rutina diaria precise que los padres debamos levantarnos un poco antes de lo
que quisiéramos para poder lograrlo, y aunque debamos acercarnos varias veces a
la cama, a pesar de sentir que el tiempo vuela y que estamos apurados, pero vale
la pena; eso ayudará a que el día transcurra mejor para nuestros hijos y para
nosotros también, los gritos, palabras obscenas y reproches no ayudan para nada
a que el valor de la responsabilidad se fortalezca en nuestros descendientes.
Los
maestros también tienen su parte: no puede quedarse atrás el papel de la
escuela en relación con la educación en valores, y por ello cada año, las
autoridades se encargan de la preparación de los maestros y todo el personal
pedagógico, con vistas a enfrentar los cambios que la propia sociedad genera y
a los que debe adaptarse la escuela de hoy, que resulta más participativa,
inundada por cambios tecnológicos que hacen la enseñanza más amena y atractiva
y que responda más a lo que se pretende en la sociedad cubana actual.
Hay
que considerar que la transferencia de valores no se hace solo desde el punto
de vista informativo, mediante anuncios, ya que supuestamente “vista hace fe”, y que solo con los mensajes audiovisuales padres, abuelos,
maestros y sociedad en general puedan ser ejemplos para los que crecen, y que esos spots radiales o televisivos harán
más efectiva la presencia de valores que permitan alcanzar madurez
como seres humanos, proceder con claro sentido de lo que quiere y determinar
las conductas a seguir, pues el valor es una virtud con la que cuenta el hombre,
por la que es reconocido socialmente. Por eso es tan importante la adecuada
selección de los que estarán al frente de las aulas en las que crecen
generaciones de estudiantes, que deben siempre ser los más dispuestos a dar lo
mejor de sí.
Nos
corresponde a familia y escuela enseñar a nuestros niños y jóvenes a pensar
bien, a dirigir sus pasos por el camino de la justicia, a ajustarse a las
normas que rigen la sociedad para que no confunda la “autopista” por la que
transita en la vida y el futuro de nuestra sociedad sea realmente de equilibrio
y bien social.
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