El
colega David Rodríguez compartió en Facebook
lo que pudiéramos llamar una estampa, escrita por la joven periodista Mónica
María Ramírez Aguilar, que refleja muy
atinadamente el vínculo de dos personas muy
ligadas a Bayamo, por lo entrañable de
su relación reprodujimos en este blog esta “aguafuerte” de la historia reciente
de la Ciudad antorcha y las evocaciones indirectas a la saga patriótica.
El
amigo de Condesita
Ana
Balbina de la Caridad Rodríguez Tamayo, quien fue maestra y concejal del
Ayuntamiento de Bayamo, era una mujer querida por el pueblo de la ciudad de los
coches; tanto así que por su delicadeza, buena expresión y elegancia en el
vestir, la nombraron la Condesa.
Pero
Ana tuvo el privilegio de contar con la amistad verdadera de Enrique Orlando
Lacalle, el primer historiador oficial de la urbe Monumento Nacional y también
la vida la premió con una nieta sabichosa e intranquila a quien el amigo de su
abuela la llamara la condesita y establecerían una relación casi familiar.
En
una tarde Ana Mola, la condesita de ocho años entonces, conoció a aquel hombre
delgado y simpático que más adelante le impartiría clases de historia local y
le inculcaría amor por su pueblo. Cuenta que “Lacalle primero trabajaba en el
archivo, lugar al que se dedicó en cuerpo y alma, era muy cuidadoso con lo que
hacía e incansable investigador; más tarde pasa a trabajar al Museo Casa Natal
Carlos Manuel de Céspedes y allí impartía clases de historia de la ciudad a los
trabajadores, pues el lugar abría a las tres de la tarde y de 1:00pm hasta la
hora de apertura Enrique nos deleitaba”.
Asimismo
atendía visitas y daba recorridos por la ciudad. “Tenía un programa en la
emisora de radio dedicado a las familias bayamesas, pues gracias a las colectas
realizadas por el pueblo él pudo ir al Archivo de Indias y trajo mucha
documentación acerca del tema, era muy reconocido”.
Un
vínculo estrecho se forjó entre ambos, en ocasiones Ana fue a su casa en busca
datos y artículos para el Museo o para montar exposiciones. Cuando llegaba
Enrique expresaba: llegó la condesita; qué quiere tomar la condesita, café,
jugo; y con la misma picardía infantil mantenida le pedía algo que lo demorara
para registrar los documentos y tomar lo que le hiciera falta.
“Su
casa estaba convertida en un archivo donde todo el que iba encontraba algo que
necesitaba, no decía que no, ni ocultaba información. La sala estaba llena de
estantes con libros y documentos bien organizados, la cama se recogía con una
palanca y quedaba mucho espacio, al pasar a su escritorio, ubicado en un
cuarto, se transitaba por la puerta del baño que era como un escaparate y ahí
también había libros; todo estaba marcado, organizado por etapas y es que él
tenía toda esa experiencia y dedicación”.
Parte
de la documentación del Museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes, según la
entrevistada, eran de Enrique Orlando. “El me los presta y luego de su muerte
quedan allí”, decía, “el que pide prestado y no devuelve es la forma más
elegante de robar”, y yo le robé elegantemente.
“Dedicó
su vida a Bayamo, era muy preocupado por la historia de la ciudad y que se conservara.
Fue locutor de radio y maestro de ceremonia. Tuvo sus cosas, pero el amor por
la ciudad está por encima de todo. En cierta ocasión, una periodista de La
Habana visitó el Museo, después fue a su casa y lo entrevistó, y él le dijo: “Haz
tenido el privilegio de venir aquí con la condesita, y al terminar expone:
Bayamo es el pueblo de la leyenda donde todo es y no es”.
Nació
en Holguín pero desde muy joven se traslada para Bayamo, donde la pasión por
ese pueblo se apoderó de su ser, de tal forma que no pudo irse o desprenderse
de la historia que lo rodeaba, de su cultura y su gente. Murió considerándose
bayamés y a su sepelio asistieron los pobladores que lo querían, respetaban y
admiraban. Junto a él o más bien él junto a ella, su amiga la condesita, quedó
con los documentos robados pero también con el recuerdo de un hombre que supo
enorgullecer y enorgullecerse de la tierra donde vivía.
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