Ya las cosas están
volviendo a la normalidad en mi querido barrio bayamés de San Juan, en la casa marcada con el número 316,
interior, altos, de la calle Manuel del Socorro, en mi
pequeño hogar en ese callejón que yo gustaba llamar el “ano del can”, por lo
incómodo y feo del acceso hace ya muchos años.
Ya todo se está acomodando entre los 14 “horcones”
de nuestra casita de losa de cubierta de hormigón… es que ya todas las
angustias, estudios a deshoras, y nerviosismos pre y post pruebas, van llegando
a su fin. Ya se deja de oirá hablar de “niños con maloclusión asociada a los hábitos
deformantes, en los estudiantes de octavo grado de la ESBU Marcos Ramírez en
2016”…
Ya pasamos por la azarosa
prueba práctica, con sus peligros de ruleta rusa, que lo mismo puede tocar una
boca desastrosa o bien cuidada, un paciente colaborativo o no… pero por suerte,
nuestra Carmen Luisa obtuvo resultados excelentes; pasamos también por la
discusión de la tesis, en la que hizo gala de su “verbo fácil y perfil elegante”
como solíamos llamarnos los entonces profesores de la Lengua materna.
Ya se acabaron las idas y
venidas a la casa de su oponente, quien a pesar de su rol, se caracterizó por
su atención delicada y espíritu cooperativo. Ya solo falta enfrentarnos mañana
lunes al examen escrito para que nuestra más pequeña hija opte por el título de
Especialista en primer grado en
Estomatología General Integral.
Y pongo todas las formas
verbales en plural, porque todos asistimos a Carmen Luisa en la defensa de su
tesis: su hermana Conchy, desde La Habana fue la primera en acomodar y darle forma a la
tesis; su madre, Carmen, la revisó más de diez veces y, gracias a ella, la
defensa y documentos resaltaron por su impecabilidad, que propició que fuera la
única ponente sin señalamientos en la redacción.
Alfonso, un primo, y Javier y Judith, dos
vecinos, hicieron el aporte de la impresión… Boza, otro amigo, el del encuadernado
sobrio y elegante, pero después de tres revisiones más, Soto, un compañero de
trabajo, y el nieto del amigo Ángel La
O, un cuentapropista, la dejaron como nueva.
Su tutora, Daylanis,
resultó de gran ayuda; y a mí, su padre, me tocó acompañarla en todos los viajes
y gestiones. A Lilo, Isabel María e Isabel (tías abuelas y bisabuela) la
custodia de Diego, su bebé de dos años y medio; pero la mayor parte y la más difícil la llevó
Carmen Luisa, con sus encuestas, sus talleres, sus estudios en su trabajo de
campo...
Aunque esta no es la
segunda página de la tesis, agradecemos a todos los que la hicieron posible.
Mañana lunes, con el favor de Dios, estaremos congratulando a nuestra pequeña de
cuerpo, pero ya, gran especialista.
1 comentario :
Feliz de tener a mi "hermanita", es el mayor regalo que ustedes me dieron en la vida, los quiero muuuucho, ya casi somos especialistas!!!
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