En
mi Bayamo es tradicional que lugareños y foráneos se muevan por la periferia de la
vieja ciudad y hacia los suburbios en un medio que representa reminiscencias de
“tiempos idos” como define el ayer, el cronista José Carbonell Alard en su
poema Campanario.
Claro
que me refiero al coche en el cual tenía
y
aun tiene como medio de iluminación el
inefable farol de queroseno (un derivado
del petróleo, al que muchos por acá denominamos “luz brillante”).
Esa
linterna servía más para que el carruaje fuera visto, que para que el conductor
percibiera objetos en la noche, pues la ventaja adicional de estos carromatos es que
el caballo también ve, incluso lo sobrenatural, según reflejan viejos peregrinos
de sus andares por caminos solitarios.
Con
el discurrir de los años y la gradual iluminación de la ciudad, los coches
mantuvieron sus dos faroles laterales y otro casi pegado al suelo, detrás como una suerte de lo que hoy se
conoce como stop (luz de freno) o una de las llamadas luces de posición.
Es bueno aclarar que de muchacho me rompía yo
la cabeza pensando por que los faroles no se apagaban sobre todo los laterales, hasta
que descubrí su ingeniosa alimentación de
oxígeno.
Siguió
el tiempo pasando y aunque curioso no había reparado yo en el trascendental
cambio que se había operado en la luminosidad de estos carromatos, pero hace solo unas noches me percaté de ello.
Venía
con una de mis hijas desde cerca del
parque de diversiones Los Caballitos, en la antigua avenida de Castro, (hoy
calle Francisco Vicente Aguilera porque nunca esa vía fue una avenida) cuando
abordamos una cativana o catibana, especie de coches alargados para que quepan
más pasajeros, cuando reparé en una especie de panelito iluminado, “¡esas son
luces! led” pensé haber hablado para mí,
pero me equivocaba pues el cochero me miró
complacido.
¡Cómo
compaginan tradición y modernidad en este caso! pero enseguida me di cuenta que
la luz brillante de antaño había dado
paso a unos de los últimos gritos de la moda en cuanto a iluminación se
refiere…
Cuando
bajamos justo bajo el puente elevado que corta la línea ferroviaria sobre la Carretera
Central vi el bonito tono verde de las luces del hasta ese momento “nuestro
coche”, pero íbamos de prisa y no advertimos
nada más…
Varias
noches después volví a pasar, esta vez a pie por la calle Ocho, paralela a la
Calle Línea y vía expedita para coches y cativanas … estuve algunos minutos
mirando el cruce y recruce de estos vehículos y me maravillaba porque aquellos faroles de iluminación de un opaco “color candela”, cedían
gradualmente el paso a hermosos puntos luminosos azules, verdes, rojos, blancos…
que ahora sí cumplían la función de hacer visibles los carruajes.
Y
aunque parezca un contrasentido ahora se funden tradición y modernidad y para
que a nadie quede duda de que son luces led inserto una explicación de la
Wikipedia: “Una lámpara de led es una
lámpara de estado sólido que usa leds (Light-Emitting Diode, diodos emisores de
luz) como fuente lumínica.
Actualmente
las lámparas de led se pueden usar para cualquier aplicación comercial, desde
el alumbrado decorativo hasta el de viales y jardines, presentado ciertas
ventajas, entre las que destacan su considerable ahorro energético, arranque
instantáneo, aguante a los encendidos y apagados continuos y su mayor vida
útil, pero también con ciertos inconvenientes como su elevado costo inicial.
Los
diodos funcionan con energía eléctrica de corriente continua de modo
que las lámparas de led deben incluir circuitos internos para operar desde el
voltaje de corriente alterna estándar…”
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