Estamos en vísperas de la
jornada de homenaje a la prensa y no hay mejor momento en el año para
homenajear a un amigo, a un hermano.
Nuestro colega Rafael Martínez Arias * tiene tal
maestría para componer instantáneas que supo captar, incluso, la esencia del
triste arte emanado de la guerra.
Todo
comenzó en la unidad fronteriza con la
ilegal base de Guantánamo, durante su
Servicio Militar Obligatorio, cuando lo destinaron a evidenciar las provocaciones yanquis.
“Pasé
el curso de fotorreportero de guerra en La Habana, ya era corresponsal del periódico militar El
combatiente, pero realmente me gradué en Angola.
“Allá
viajé con cinco compañeros para graficar
los hechos en torno a una brigada de
Lucha contra bandidos de las Fuerzas armadas
para la liberación de Angola (FAPLA ) y asesores
cubanos.
“Obstaculizábamos
el paso de la logística enemiga hacia
una enorme base que tenía la Unita cerca de Moxico, ellos nos hostigaban de
continuo, por eso a cada rato nos ‘engrenchábamos’ .
“Estaban
bien armados, nosotros mejor, había que
fajarse a los tiros; yo nunca lo hice, pues mi deber era atrapar todo cuanto
acontecía.
Así
fui haciendo galerías publicadas por el Journal de Angola, de acuerdo con los intereses del medio de prensa.
“Reflejábamos
todo lo horrendo como
miembros arrancados de cuajo, cuerpos en descomposición, violencia, masacres,
hambre, insectos, enfermedades, la esterilidad de la tierra…
“O lo hermoso como la solidaridad, la
asistencia de nuestros médicos, convertidos en magos, lo mismo para propios que
para contrarios, la alta moral combativa
cubana, su capacidad de adaptación, bravura,
dominio a la perfección del oficio de soldado y
de la magnífica técnica militar.
“Los
angoleños también eran valientes. Capté
a un artillero con la cara desbaratada por una esquirla de
mortero quien se
mantuvo al pie de la batería, hasta ser evacuado.
“Hay momentos en la guerra en que debes
guarecerte aunque pierdas una imagen valiosa porque el mando cubano lo exige, otras veces no puedes tomarlas
porque la cosa está candente.
“En
cierta ocasión no pude retratar a un angoleño con los intestinos de fuera,
porque las balas no me dejaban y me lo reprocho, porque hubiera sido una
confirmación de los horrores bélicos.
¿ Añoranzas en el frente?
“El gorrión, es ‘ de leña’: surgía por el
recuerdo de lo que amamos, para combatirlo conversaba mucho, estudiaba fotografía,
observaba el modo de vivir en ese hostil ambiente de guerra: nuestra cama era
la selva.
“Después
uno se va adaptando a no bañarse , a
combatir la sed de mil maneras, la pólvora da una sed terrible, hay animales e
insectos dañinos, nos cuidábamos mucho para no enfermar o ser heridos, pues entonces
hubiera sido una carga. Algo terrible es que no te llegaran cartas y tenías que
coger las viejitas y releer, como tantas veces, hasta que volviera el
helicóptero.
“Otra
cuestión dolorosa fue comprobar el hambre que padecía la
población civil y en especial los niños. Todo eso alimenta al gorrión.
“En conclusión: la fotografía es el más crudo
argumento de lo interesante o bárbaro que encierran las guerras. Ahora, tantos
años después, sin falsa modestia, me siento capacitado para marchar adonde me manden”.
* Rafael fue participante
directo en la operación Carlota * Ostenta
las medallas 50 aniversario de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias y por la liberación de Angola, y de segunda categoría
por cumplimiento de misión* en la
vida civil atesora tres premios anuales Bartolomé Martí y dos
de periodismo de opinión Dania Casalí.
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