Muchos
conocen mi vida laboral desde 1970, cuando casi con la edad de mis alumnos me
lancé al mundo de la enseñanza; después en 1987 me zambullí en el mundo
mágico del periodismo como corrector de pruebas y allí conocí el universo nuevo
de los titulares, familias de palabras, pruebas
de galera o de plana… empastelamientos y muchísimos secretos más, antes vedados para mí.
Allí,
en el periódico La Demajagua desgracié
muchas camisas con la tinta de imprenta y… todavía mis codos no recobran su
color natural aunque mi mujer se esfuerza en mejorarlos; de la tinta algunos
solo ven manchas y borrones, pero yo la aspiro como un oscuro
perfume de insondables secretos.
Nueve
años más tarde me lancé a la aventura del reporterismo que aún ejerzo gustoso, siete meses después de mi jubilación.
Pero…
muy pocos conocen mis primeros trabajos
como cuentapropista , ( creo que jamás nadie soñó con el auge ulterior de esta
palabra) el inicial fue a los 16 años, como
ayudante de albañil en Las Mercedes y Providencia , pintorescos sitios
intramontanos de la Sierra Maestra, de
la mano de mi tío Manolo un curtido y presuntuoso albañil; me pagaban por horas
y con la primera “fortuna” ganada con mis propias manos me compré un hermoso traje negro azul que
aún conservara si las libras de más me lo permitieran.
No
hay nada mejor que una necesidad imperiosa para lanzarlo a uno al ruedo del trabajo:
en 1978 mi padre sufrió un accidente que lo dejó con una amnesia parcial e
impedido de volver a trabajar como jefe
de personal de la entonces empresa provincial Cubatabaco que tenía establecimientos en las cinco
provincias orientales…
Mi
hermana estudiaba en la Universidad
central de Las Villas y mi madre cosía como una loca para adelantar la
casita que fabricábamos “por esfuerzo propio”, como diríamos hoy día y me
dediqué, casi sin saber, a arreglar colchones apadrinado por Pepe el tío de mi mujer, un experimentado economista… y
nos fue de lo mejor.
Después,
en los 80 los motivitos del precarnaval
duraban un mes entero en los meses de julio y agosto entonces, con
un grupo de amigos me dediqué a matar puercos (cerdos) y vender
bocaditos; eso no me dio mucho
pero me permití un respiro para la construcción.
Más
tarde ex compañeros míos ganaban lo suyo contratados para dar clases de
primaria y secundaria (ya era yo
profesor universitario) y así impartía Español a trabajadores de la industria
Sakenaf II algunas noches por semana y
algunos sábados; los propios fines de
semana lo hacía con otros obreros de una planta de Asfalto que existía en el
vecino poblado de Santa Rita con “filiales” en Bayamo.
Ya
casi en la actualidad contratado por la radio y la televisión locales, cuando
fui a buscar el papeleo para la jubilación, supe que no me aumentaría la chequera
lo ganado en esos lugares porque eso era una forma de cuentapropismo.
Si
alguien se preguntara el porqué de esta parte de mi biografía contestaría que hay mil maneras
de hacer un trabajo honrado, por eso -sin meterme- no concibo a gente joven y
fuerte con el peor ejercicio que se puede hacer con los miembros superiores:
cruzarlos.
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