domingo, 13 de agosto de 2017

El genuino Manuel Cabrera

Con muchas horas de retraso supe la noticia del deceso de nuestro colega Manuel Cabrera Sánchez, un holguinero que echó sus casi últimas  raíces pagaditas a la chimenea del central Arquímides Colina y de allí solo la muerte pudo talarlas.

Aunque sabía de sus trabajos y aventuras  por  los medios masivos de comunicación, ahora los veo retoñados por la memoria de algunos colegas que como yo lo recuerdan con cariño  y admiración.
 Supe de sus andanzas por toda la zona oriental y por su acompañamiento a destacados dirigentes de la Revolución cubana e ilustres mandatarios extranjeros y rememoré  con mis camaradas las asombrosas anécdotas como Corren ríos de petróleo en Mabay, Los búfalos asesinos y muchísimos más.
Paro jamás pensé que la enciclopedia colaborativa Ecured  le reservara una biografía tan extensa y contundente al estilo de los grandes del periodismo de este país.
Personalmente  lo conocí  hace unas tres décadas atrás, en la propia redacción del periódico La Demajagua, un sábado por la tarde cuando había ido a entregar unos cuantos despachos, inclusive crónicas, que en papel de libreta y con una letra descomunal, pero redonda y hermosa le permitían cumplir su cometido como corresponsal voluntario nuestro.
Al momento me llamó la atención su voz peculiar, su dicción entrecortada por   una R particularmente realizada y que le negó el contrato profesional con más de una emisora, pero advertí al hombre genuino y sincero sin miedo a la verdad.
Después el trabajo me puso en más de un ocasión  junto a él, en predios ajenos o en los suyos propios de Mabay y Julia, donde tenía  su residencia junto a su amada Fefi; el hogar pstentaba retrato al óleo en la fachada, del propio Manuel atrapado no sé por qué artista pero que captaba un gesto muy característico suyo entre  analítico y pícaro.
Siempre que llegaba un amigo lo convidaba con una copita, por lo general rechazada, por encontrase uno en funciones de trabajo.
Era fanático de la revista informativa La Última, conducida muy peculiarmente por la periodista Marisela Presa… una vez que quedó sin  trabajo, no sé si alquiló o compró un carretón, lo pintó de amarillo y con sus negras letronas le fue poniendo en los costado y el fondo frases que  identificaban ese informativo: “La Última, la niña linda del periodismo granmense”,  “Últimas en la última”,…
Quizás por eso se buscó caras serías y de  pocos amigos cuando  al carretón lo bautizó como La última y a la yegua que de él tiraba la nombró…

Ese era, a grandísimos rasgos,  Manuel Cabrera Sánchez que en verdad era  nuestro amigo de siempre.

No hay comentarios :