Me
declaro orgullosamente azucarero, pero no porque desde hace más de dos décadas escribo
sobre la primera industria desde el periódico La Demajagua .
No.
La historia comienza en mi niñez cuando de la mano del viejo tomaba el tren
Bayamo-Manzanillo y ya desde las cercanías del entonces Central Mabay (hoy Arquímedes
Colina) comenzaba a olfatear el inconfundible olor del melado, me maravillaba
el ajetreo de la gente en el paradero de trenes y un no sé que mágico que
envolvía al batey.
Por
fin un día el viejo cumplió su promesa y me llevó a visitar el ingenio Sofía,
después Ranulfo Leyva, y allí por la amistad que le tenían un técnico se encargó
de explicarme todo lo referente al funcionamiento de la fábrica, lo que apenas entendí pero eso acendró mi amor por la fabricación de
azúcar.
Ya
en la secundaria una visita escolar al “Mabay” con las explicaciones de los
técnicos locales y de mi profesor de Artes Industriales, José Almenares me
permitió ir captando algo de la esencia.
Después sería las largas etapas del Plan Mayo Norte que
nos llevarían a los ingenios José Nemesio Figueredo, de Río Cauto y Urbano
Noris, de San Germán, entre otros donde lo mismo limpiábamos la caña que
derribábamos la “pelúa” ( con su rica savia dulce que perfumaba cuando los tallos eran heridas por la mocha) o la
llevábamos al central en una carretas con bueyes de tiro (por ser una zona muy
baja debían emplearse esteras y como así mismo son las orugas parece que la
marca norteña Caterpillar se generalizó y los lugareños cubanizaban en
cartapila)
Así me enamoré de
nuestra primera industria, por eso recibí como una bendición que me designaran
para atenderla periodísticamente hace cerca de 20 años, por eso deploré que no me hubieran nunca mandado a cubrir el
sector antes de jubilarse Gilfredo Ortiz, un maestro, el decano de los periodistas
azucareros de Granma.
Poco a poco me fui metiendo en ese mundo y me leía cuanto
texto me caía a la mano y aprendía términos como:,recobrado, norma potencial de
molida, rendimiento industrial … que si no se potabilizan jamás llegan con
sentido al lector…, so siempre traté de enmendarlo.
Por sentirme azucarero disfruto cada pequeña victoria ( y
casi siempre estoy allí para reportarla, menos ahora cuando el transporte nos
golpea tanto), sufro con cada revés y me duele tener que enjuiciar, -a veces
duramente pero con tino-, actitudes y aptitudes
de los agrocañeros que a veces permeados de indisciplinas y organización pierden tiempo y los sorprenden
las lluvias y adiós cumplimiento del plan.
Hablando de planes aspiro a que estos sean contundentes
grandes, porque ahora cuando se cumplen a veces son como victorias pírricas que aunque aportan a
la economía están urgidos de ser mayores
y cualitativamente superiores para lograr mejor calidad de vida entre la gente
del sector y en general de los cubanos.
Me duele ver desperdiciar esfuerzos y dinero que anualmente
el Grupo Azcuba dedica a fortalecer el parque de la maquinaria agrícola e industrial,
y adquirir piezas y agregados, me duele cuando las reparaciones son deficientes
por eso esgrimo la controvertida frase:“ Si la reparación es buena el central
no se rompe”, pero, conociendo la entrega de los agroindustriales del patio
aspiro a que la eficiencia presida todos los días del sector.
Yo sé que pueden.
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