domingo, 10 de abril de 2022

Pocho el amigo veguitero de mi padre


 Conocí su amigo desde mi baja talla con seis o siete años cuando visitaba el terruño de mi padre y ambos se enfrascaban en sabrosas conversaciones y remembranzas que jamás interrumpí como hacen los niños de hoy en día que apuran a sus mayores.

Nacieron junto al río Buey, muy pobre mi padre, de familia acomodada él; pero jamás sentí diferencias entre ambos porque el respeto y el amor por el suelo natal eran el denominador común.

Mucho después acompañaba a mi viejo al reparto Nuevo Bayamo donde residió su camarada y después cuando marchó a ensanchar sus horizontes (y lo logró desde la Habana) y retornaba a la cuna.

 Mi padre leía y sabía mucho, aunque, claro, no como aquel señor distinguido que hablaba claro y sencillo a pesar de sus sapiencias. Me maravillaba cómo se entendían tan perfectamente…

Qué iba yo a saber la talla intelectual y revolucionaria de Ambrosio Fornet Frutos,  aquel gigante de las letras cubanas que compartía algunos saberes   con mi padre   humilde tabaquero  lector empedernido cuando coincidían nunca noté en el genial compañero esa condescendencia que a veces acompaña a los eruditos.

Cuando supe por conocidos, por los medios de prensa y publicaciones especializadas el tronco intelectual que es y que ha echado frondosas ramas, sentí orgullo cono cuando crece un familiar.

Sin levantar algarabía recibió innumerables premios y distinciones al recibir una de ellas, ya mi viejo, enfermo terminal, esbozó una sonrisa de despedida al amigo ilustre, fue su último adiós a quien para bien de la cultura cubana le sobrevivió largos años.

 

 

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