domingo, 30 de enero de 2022

Cuba forjada en el hierro y en el alma

Cuando este 28 de enero evocamos el aniversario 169 del natalicio de José Martí, es oportuno recordar que este cubano excepcional no fue aficionado Su emblemático poema Hierro, devenido cáustico soliloquio contra la adulación y la avaricia se convierte en declaración de principios: “…Oh alma buena! ¡mal oficio /tienes!: ¡póstrate, calla, cede, lame /manos de potentado, ensalza, excusa al oro. Obviamente sabía que ese metal si es limpio, puede servir para solventar necesidades básicas, incluso para la sublime tarea de la liberación patria; pero, al contrario, si se emplea mal puede trocarse en moneda perversa. Al Maestro le parece negativo, sucio, vil cuando los poderosos lo utilizan para comprar y vender conciencias. /defectos, tenlos—que es mejor manera /de excusarlos—, y mansa y temerosa /vicios celebra, encumbra vanidades: /verás entonces, alma, cuál se trueca /en plato de oro rico tu desnudo /plato de pobre. / “Pero guarda ¡oh alma! / ¡que usan los hombres hoy oro empañado! /Ni de eso cures, que fabrican de oro /sus joyas el bribón y el barbilindo: /las armas no, —¡las armas son de hierro/. Después de su salida de prisión, de las inhumanas canteras de San Lázaro adonde fue confinado por las autoridades españolas, y donde le quebraron el cuerpo con heridas y vejaciones, nunca el espíritu insurrecto, Martí da nuevas muestras de dignidad y fortaleza. Como el roce continuo, inhumano y doloroso de un grillete causó al patriota casi niño una llaga que nunca sanó por completo, ni siquiera con la terapéutica recibida en España al ser liberado y condenado al exilio quiso tener un fragmento del infamante cepo siempre con él. En la Península escribió su obra El presidio político en Cuba, a partir de sus vivencias en la angustiosa cantera, para que el mundo conociera las atrocidades cometidas por la metrópoli española contra los criollos que se sacudían el yugo. Enero de 1871. Antes de partir al destierro, Martí le entregó a un amigo, Agustín de Zéndegui, un eslabón de la cadena férrea que arrastró durante su permanencia en la cárcel. Le encomendó que le forjara un anillo que llevara grabado la palabra Cuba. La prenda no estuvo en su poder hasta el 17 de noviembre de 1887, cuando su madre, Leonor Pérez, se la llevó a Nueva York, donde a la sazón se había radicado el Maestro, al ajustarla a su anular y Escribió: “Ahora que tengo mi sortija de hierro, obras férreas he de hacer”. Y obras férreas hizo desde su ideario en el esfuerzo por aunar voluntades de los exiliados cubanos donde estuvieran para que se sumaran a la obra grande de la Guerra necesaria. Así el 19 de mayo de 1895 en el ansia de ver libre a su Patria cae en combate como solo mueren los buenos. La sortija Cuba, réplica de la que entregara Leonor Pérez en Nueva York a su hijo José Martí, es hoy una distinción, un honor para los alumnos de la enseñanza primaria, seleccionados por promover desde el estudio y la lectura la obra del Apóstol. Para todos los cubanos es esa prenda consustancial a la vida y obra del más universal de todos los cubanos.

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