domingo, 16 de enero de 2022

Chapitas Agüé

En mis años como docente tuve alumnos con personalidades de todo tipo, unas atrayentes otras no; unos aún me reconocen y distinguen, otros ni me recuerdan, pero yo después de varias décadas, tengo un lugar en mi memoria para los más sobresalientes. Cuando afirmo esto incluyo a aquellos descollantes por su talento, a otros por su torpeza, a los de más allá por no mostrar aptitud alguna para los estudios, a los aplicados pero regulares los desdichadamente fronterizos e incluso a esos cuya grisura no los hacía sobresalir en absoluto. Me viene a la mente un joven que era bastante inteligente, pero apenas lo demostraba, casi siempre callado, tenía cierto parecido con un señor al que llamaban Chapitas y sus camaradas no demoraron en bautizarlo del mismo modo y así quedó nombrado hasta hoy. El joven tenía una particularidad al hablar pues cortaba casi todas las palabras (apócope) como esto coincidió en el tiempo con la canción Que te parece Mario Agüé de Pedro Luis Ferrer Que te parece Mario Agüé como llevo la vida, de la cual transcribo un fragmento. “Desde que estoy retirá, me aburro como un cretí/ Ayer me torcí el tobí, mientras sembraba en el pá/ Procuro cada mañá dar por el barrio un pasé,/ Con mi nieto más pequé, el que vive con nosó,/ Y luego quedo en repó el mediodia complé,/ Y luego quedo en repó el mediodia complé./ Ay dime qué te parece Mario Agué como llevo la vida…” A Chapi casi todo el mundo lo entendía aun a pesar de ese amputar de palabras por la retaguardia; recuerdo que la primera vez que lo escuche hablar se refería a una chica que le gustaba mucho… para que la comprensión sea total pondré un guión delante de las apócopes. Estábamos en el Grú-po cuando llegó Maricé-la y nos invi-tó a to-mar un hela-do en la ca-sa de su abue-la. Poco después llegó la etapa de la escuela al campo en áreas de Veguita, el olor de de la hoja de las tomateras en producción se mezclaba con el dulzor del guarapo que se cocinaba en las calderas del central Ranulfo Leyva, las carreras de casuarinas propiciaban una sombra tentadora para cogerle un diez al sol o para escaparse a robar guayabas. Chapitas no, él se unió a otros dos camaradas tan singulares como él, por otras causas y eran según sus propias palabras los vanguadió-nes de la brigada. No sé qué estudió o en que trabaja pues la última vez que nos encontramos apenas pudimos intercambiar dos palabras, pero lo vi alejarse con su negra y nueva melena de rizos muy bien planchada y más arreglado que de costumbre.

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