Como
otras veces mi viejo ordenador me traicionó y no pude publicar el trabajo destinado al Día de
los padres, lo hago hoy, siete días después, cuando pude cogerle unos cuantos
parches a mi computadora
Conocí al ingeniero Roberto Ortiz Miranda
en Valenzuela cuando invitados por él y
otros especialistas de la Casa de la
nacionalidad cubana, algunos medios de prensa
de Granma reportábamos el hallazgo de
un asentamiento aborigen en esa zona intermedia
entre el llano y la Sierra Maestra, hace poco más de una década.
Desde
entonces cada vez que nos encontramos aprovecho la sabrosa e inteligente charla
de quien yo llamo Pichón de filósofo, pues eso es a ultranza.
Conocedor al dedillo de
la vida y obra de José Martí, no lo es
al estilo de los “memoriones” que citan al Apóstol, pero apenas
interiorizan un poco su pensamiento a lo largo y ancho como hace este amante de lo humano y lo divino, de lo sublime y lo
ridículo, sin temor a caer en esto último.
Una
tarde quise atrapar todo lo que hablaba el Filósofo pero no quise
traicionarlo usando una grabadora
escondida y, de mostrarla, hubiera mancado la espontaneidad de su palabra.
Él
estableció un parangón entre la ancianidad de dos hombres y se refirió a sus vidas paralelas en La historia de los dos sillones y apelando a mi corta memoria que
no acierta a retener muchos números telefónicos de nuevo ingreso, quiero
relatar a mis lectores lo que dijo Ortiz Miranda.
El
sillón alegre
“Está
el viejo que hizo una casa tuvo hijos, nietos, biznietos… todos en la compañía
de su esposa y les educó en la bondad y la virtud… sus hijos se disputan quien
habla con él; si no, lo hacen todos a la vez y todos quieren tener con él un día de fiesta, y alguno hasta se
toma un traguito con él.
El
sillón triste
“Está
el otro viejo que simplemente vegetó, no tuvo ninguna historia, no se preparó
para la senectud… entonces Ortiz miranda
evocó sus lecturas: hubo un filósofo que dijo que a los 60 años deben tenerse
creadas todas las condiciones materiales y espirituales necesarias para tener una
vejez tranquila: una casa, una viejita a tu lado, la prole formada en los valores humanos…
“Y
entonces tú ves al viejo afligido con un
bafle al lado y un reggaetón a todo dar, que ni le interesa y a lo mejor el
cálculo es: ´ ¿cuándo estira la pata!?´ pasa un nieto por al lado le hala una
oreja y le dice “guatacúo”.
Está
ese viejo triste al que le mandan una
sopa que ni sabe a ná aunque tiene carne
pero ¡oh milagro! … en el camino se ¿pierde? la carne y el “ llevador” ni le acompaña a tragar el líquido insípido y
dispara la frase como un trallazo.
-‘Ahí
te mandaron! Y era un caldo pela´o
entonces
Ortiz miranda evocó sus lecturas: hubo un filósofo que dijo que a los 60 años
deben tenerse creadas todas las condiciones materiales y espirituales
necesarias para tener una vejez tranquila: una casa, una viejita a tu lado, la
prole formada en los valores humanos…
Tú
tienes que ocuparte de que el ocaso de tu vida no sea el de la gente que todos
sus amaneceres son grises hay otros que al abrir los ojos pueden decir coño que
lindo está hoy el día.
Después
entrelaza las historias de los dos sillones
Hay disputas
feas como esta: ¿Hasta cuándo voy a tener a papá?
-¡A mí
ni me miren, yo estoy enreda ‘o!
-¡Y
yo hace 15 días que lo tuve…!
Pero
una bien distinta
-
Oye m´ija, llevas una semana con papá cuando me toca a mí?
-Sí…
y yo el último de la cola?
Al viejo
querido nunca la sacan la carne de la sopa, los nietos se le sientan en las rodillas –
-Abuelo,
abre a boca, y le ponen un caramelo o dulcecito.
El
triste: están los hijos tomando ron, el viejo con la bemba que parece la liga
de un tirapiedras por la ganas de darse un “lineazo” nada más
-¡Cuida´o
con darle a papá que no puede tomar!
En
el sillón alegre dice el viejo.
-Ven
acá muchacho, guarda para ti y esto otro para que me busques un
Rifle (botella de ron o aguardiente)
Y lo
que más pueden decirle es: “¡Papá toma con cuidado!” -porque es tu rile
-¡Papá
te mando un pollito frito! ese es el mensaje y esa es la realidad
A los 20 años
el hombre tiene la cara que dios
le Dio, a los 40 la que te dio la vida y a los 70 la que merece: ¿viste ese viejo? ¡parece un guiñapo!
¿viste esa viejita? ¡Qué linda!
Para
calzar aún más sus relatos Ortiz Miranda pone un ejemplo fehaciente de quien no educó a sus
hijos en los valores humanos.
“Hace
unos días me hicieron el cuento triste de un entierro. Están bajando al padre,
al tronco familiar, un viejo adinerado,
las sogas se tensaban por el peso, no había llegado abajo y una hija se enjuga
una lágrima al tiempo que mira de reojo a sus hermanos y dice
-¡Yo
me voy a quedar con la casa! ¿Oíste?
-¡El
carro es mío!, dice uno de los varones.
-¡El
dinero que está en el banco es para mí!, dice, el tercero.
Para
el final Ortiz Miranda evoca sus lecturas: “Un filósofo dijo que a los 60 años
deben tenerse creadas todas las condiciones materiales y espirituales
necesarias para tener una vejez tranquila: una casa, una viejita a tu lado, la
prole formada en los valores humanos…
“Uno
debe ocuparse de que el ocaso de tu vida
no sea el de la gente cuyos amaneceres
son grises; sino el de quienes al abrir los ojos pueden decir: -coño, qué lindo está hoy el día…”.
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