Indudablemente, la población recibió con
beneplácito hace muchísimos meses atrás,
la medida de vender carne de
cerdo a un precio inferior al que se comercializaba habitualmente, y que
por los vendedores de sector no estatal llegó a tener precios casi astronómicos
para el bolsillo popular.
La medida llegó incluso a regular los precios de
ese segmento comercial.
Aclaro que ese apreciado alimento se expendía de ese modo más económico, pero no con la
frecuencia que el pueblo hubiera querido, y fue la feria de fin de año 2016, que tuvo por sede a una abarrotada
avenida Felino Figueredo, la
generadora de que las ventas de carne porcina más barata se instalara en
la red de mercados con carnicerías, y lo
hizo para quedarse, hecho evidente por
los volúmenes actualmente acopiados.
Pero ahí mismo renació otro problema, y digo
renació, porque ya había ocurrido cada
vez que se produjeron ventas de carne
barata.
El hecho es que algunas personas compran excesivas cantidades del producto (y ciertos dependientes se las venden), y quien así obra no lo hace de
modo claro para satisfacer necesidades propias o de su familia, sino para
revender.
La
carne de costilla es una de las
más demandadas, por su precio a 14
pesos, lo que la hace más asequible, por su sabor y la versatilidad con que
puede utilizarse en la cocina.
Pero si una persona gasta mil pesos en esta porción
del cerdo y el dependiente lo permite, ¿cuantas libras se lleva? Y si el que va
detrás en el orden de la fila hace lo
mismo, ¿cómo quedan las demás personas de la cola? ¿O se cumple aquí el injusto
pensamiento de: “el que venga atrás, que arrée”?
No debe ser.
Algo similar sucede con las piernas traseras y en
ese caso es por la calidad de que gozan sus masas.
Y esto ocurre casi sin excepción en todos los
lugares donde se expende el gustado comestible, lo cual afecta directamente el
bolsillo del ciudadano medio.
Lo peor es que a esto se unen los dependientes que
venden esas grandes cantidades, dando lugar a criterios callejeros que pueden o
no ser ciertos. Pues aunque muchos crean que No,
eso afecta directamente a las
instituciones, a sus administraciones y a los propios dependientes, quienes a
veces son acusados por los airados compradores respetuosos de la cola de estar
en combinación con estos “vivos”, los consumidores, como es lógico se muestran incrédulos ante lo que ven hacer
a los representantes de esas entidades.
También hemos visto a alguno de estos compradores a todo tren discutir con quienes esperan respetuosamente su turno
e incluso, en el colmo de la falta de respeto, mandar a callar a una dama que
podría ser la abuela del discutidor, o mejor dicho del acaparador, que el acaparamiento es una contravención que
puede llegar a ser figura delictiva, y prevista en el código penal vigente.
El remedio pudiera venir de la propia institución,
antes de que organismos externos tomen cartas en el asunto; la premisa sería NO
venderle a nadie de manera excesiva, es
verdad que se comercializa en venta
libre, pero libertad jamás debe implicar libertinaje. La venta puede ser
liberada, pero controlada. Y para eso existen los directivos de estos
establecimientos.
Es preciso
desterrar ese egoísmo y que no coja
mayor fuerza en nuestra sociedad.
Porque sin temor a equivocarme, puedo afirmar que
cada vez que el Estado toma una medida de beneficio popular, viene un pícaro a
querer sabotearla.
Una nueva edición de esta festividad tuvo lugar
este sábado en la propia avenida Felino Figuerdo y en general hubo disciplina,
una buena preparación por parte de los organizadores y eso sí una abundancia de
productos que no permitió tanta
aglomeración ni desorden, solo una mancha oscureció la víspera comercial del día de las madres: la venta de aves
vivas en la que parece que afloraron los
indisciplinados y acaparadores , pero un solo golondrino no compone verano… ¿verdad?
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