domingo, 7 de marzo de 2021

Los muchachos no están de vacaciones

En  pandemia esta no es opción Foto: Trompospace.eu
Algunas familias parecen no estar claras del alcance de las medidas de restricción que los grupos de trabajo temporal y gobiernos locales adoptan por el incremento de casos contagiados y sospechosos en el presente rebrote de la covid-19. “Los muchachos no están de vacaciones”, esa es una verdad que todos debían conocer, gracias al amplio despliegue informativo, dado al hecho de que algunos centros educacionales debieron cerrar eventualmente sus puertas como medida preventiva, por casos reales o retrocesos en las distintas fases de la pandemia.
 Entonces, ¿qué hacen tantos niños y jóvenes en las calles, en espacios libres de las ciudades, especialmente en barrios periféricos lo mismo empinando papalotes, jugando pelota o simplemente nadeando (no leyó mal amigo lector, quise decir sin hacer nada) y haciendo de todo para contagiarse de un mal que sin rostro ataca a traición, de costado o de frente? Padres y madres, ¿es ello tan difícil de impedir o es más fácil dejarlos hacer? Y perdonen ponga a mi entorno familiar como material de estudio y ejemplifico: un nieto que habitualmente tenemos en la casa debe hacer y reliza sus tareas a diario; solo cuando las termine podrá brincar, saltar, ver televisión, leer, y hasta jugar en el teléfono por poco tiempo… ¿extremismo? No, así fortalecemos obligaciones. A otro de ochos años, residente en la capital, le ocurre lo mismo. Y un tercer nieto, estudiante de preuniversitario, desde el cierre transitorio de su plantel, no deja de ver las tele clases, busca información desde la casa, repasa y aprende, de manera que cuando uno conversa con él, puede argumentar, opinar explicar acerca de diversos aspectos de sus planes de estudio. Son chicos normales, pero regulados por la exigencia de padres y abuelos, al poner en práctica aquello de que “el tiempo perdido hasta los muertos lo lloran” y, bien lo sabré yo, que en mi adolescencia y juventud hice llorar bastante a los difuntos y recibí reprimendas de los vivos hasta que me enmendé. Eso nos sirvió a mi esposa y a mí para que nuestras hijas no pasaran por lo mismo, una de ellas, Conchi, optó por la universidad de Ciencias Informáticas en 2005, en febrero le llegó la admisión, desde ese mes hasta octubre la vinculamos con dos clubes de computación y se fue introduciendo en la programación básica, y después recibió varios módulos de cursos de inglés. En octubre, cuando empezó en la UCI, sabía dónde estaba parada. Las teleclases están al alcance de todos, o casi todos, también otras herramientas como internet pueden ser usadas por otro grupo, para quienes no posean estos medios, los maestros y profesores vía teléfono o personalmente pueden indicar tareas semanales con los objetivos. ¿Debemos los padres y maestros perder esas oportunidades? ¡Por supuesto que no! Cada casa puede convertirse en una pequeña aula y de alguna manera implementar la asesoría de la escuela, pero perder el tiempo no es la opción.

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